¿Retroceder? Nunca ¿Rendirse? Jamás

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Un repulsivo olor nauseabundo se le metió por la nariz, despertando a Celeste con muy mal sabor de boca.

La sonrisa serena del chico escuálido le dio la bienvenida.

— ¡Eso es! Ya está despertando — oyó Celeste que decía.

Con su ayuda logró sentarse,lo miró malhumorada al mismo tiempo que confundida.

— ¿Por qué estás ayudándome? — preguntó recelosa del trato tan amable que estaba recibiendo de su parte.

— Tú y yo somos iguales. Tenemos mucho en común.

Celeste le lanzó una mirada matadora.

— Sí, tú y yo somos tan iguales,¿ Por qué tú no estás bañado en vomito?

El muchacho sonrió con superioridad:

— He probado venenos desdé que era un simple crío. Me volví inmune.

— ¿Por qué nos envenenaron? — cuestionó la pelirroja ya más despejada.

— Para que nos quede claro que el enemigo no se anda con juegos y que cualquiera puede ser nuestro enemigo.

— Lección número uno: aprendida — Celeste alzó el pulgar y después miró en todas direcciones,ella y su joven acompañante parecían ser los menos afectados. Algunos de los nuevos seguían inconscientes,mientras que otros continuaban vomitando,pero la mayoría se miraban amarillentos, pálidos,realmente enfermos.

— No te preocupes,la dosis que nos dieron no era mortal, pero sí lo suficientemente fuerte para hacerlos sentir mal — su recién auto nombrado amigo parecía leerle el pensamiento.

— ¿Me veo tan mal cómo se ven ellos? — con su cabello rojo, esa palidez extrema no se miraría para nada bien.

— Tranquila, tú consumiste muy poco,gracias a que te tocó comer de las sobras — le dijo refiriéndose al desastre provocado en el comedor.

Pero sí por un segundo Celeste pensó que ahí todo se acabó, que equivocada estaba.

El entrenamiento montaraz no había hecho más que comenzar.

Tres reclutas habían renunciado al día siguiente del envenenamiento:

— ¡Se les advirtió que no habría marcha atrás! — bramó Fish que parecía ser la voz de los líderes — No se acepta la deserción. Cortenlos — ordenó mientras los tres muchachos pendían de sus arneses intentando descender de la montaña.

— ¡No...! — chillaron algunos,entre ellos Celeste.

Los gritos de aquellos que caían al vacío les taladraron los oídos, y acompañaron sus noches en la interminable fila de pesadillas que los mantuvieron despiertos por varios meses,hasta que algunos lograron controlar a su moral o hasta que se deshicieron de ella,o en el caso de Celeste,abrazaron la culpa por aquellas muertes.

Los montaraz no bromeaban, el entrenamiento era cruel,y despiadado y la enfermedad de Celeste no ayudaba en nada: varias veces despertó con el cuerpo  dolorido,molido,magullado,después de caer en alguna de sus crisis,y esta vez despertaba sola,ya fuera bajo la lluvia incesante, el sol inclemente o bajo la pálida luz de la luna llena. Pero siempre sola,no había vuelto a ver a su padre y el chico escuálido no estaba mejor que ella. Tenía mucha razón al decir que eran iguales,no daban una como montaraz.

A Celeste,la noquearon un par de veces en combate cuerpo a cuerpo, una vez (la primera) gracias a su enfermedad, ya estaba en el cuadrilátero cuándo sintió que sus piernas temblaban,ni siquiera miró cuando su contrincante soltó el golpe,pero vaya que lo sintió cuando despertó. Y la segunda vez,no tuvo tiempo ni de meter las manos,la chica a la que se enfrentó, una mulata a la que todos llamaban Naomi arremetió contra ella en cuanto  dieron la orden  de que comenzaran.

MontarazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora