7. All things remain the same, so why try again?

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Graham despertó al mediodía, todavía entre los brazos de Alex.

-Buenos días- murmuró su improvisado enfermero.

Graham sonrió mientras soñoliento, restregaba su mejilla contra el pecho que había sido su almohada durante toda la noche.

-¿Cómo te sientes?

-Agotado.

-¿Sabes quién soy?

-Claro...Alex. ¿Acaso también deliré?

-No...pero me llamaste Damon- le informó con una amargura difícil de ocultar.

La sola mención de su nombre hizo que Graham escondiera el rostro invadido por el mismo desánimo que horas atrás había sentido Alex. Se suponía que él debía estar a su lado ahora. Justine no estaba en la ciudad, su presencia no se interponía. Se sintió estúpido y patético, a la espera de alguien que hacía ya mucho había dejado de interesarse por su suerte.

-¿Eso hice?- preguntó con una incredulidad un tanto fingida.

-Sí- respondió secamente.

-Lo siento, Alex. Debe ser...debe ser la costumbre.

"O el deseo", razonó Alex para sus adentros. Si la suya hubiese sido una naturaleza resentida, probablemente lo hubiese dicho en voz alta, dejando saber a Graham que el involuntario desprecio del que había sido objeto la noche anterior no distaba del que Damon, con su ausencia, le dedicaba a él. Pero herirlo estaba lejos de sus intenciones.

De pronto, alguien tocó a la puerta. "Es Dave, sin duda", pensó Alex.

-¡Adelante!- se apresuró responder.

La luz que se filtraba entre las cortinas iluminó la figura de Damon, de pie junto a la puerta. Entró sin esperar ser invitado...a fin de cuentas, venía por lo que le pertenecía o al menos así se lo figuraba él. Caminó sonriente, viendo de lleno a Graham y haciendo caso omiso a la presencia de Alex, presencia cuyos motivos comenzaban a aclarársele.

Llevaba consigo una enorme caja que lo hacía verse un tanto ridículo. Alex se puso de pie de un salto y ya erguido, pudo atisbar el contenido del inmenso paquete. Discos, cómics, libros y muchos juguetes infantiles de esos que tanto gustaban a Graham, se mezclaban casi a modo de ofrenda compensatoria.

Damon siguió avanzando como si nadie más que él ocupase el cuarto. La idea de agradecer a quien había cuidado del enfermo, tomando el que debía ser su lugar, era algo que ni siquiera rozaba sus pensamientos. Sin embargo, su deliberada prepotencia no inquietaba a Alex. Lo que carcomía sus entrañas era la visión del rostro de Graham, iluminado desde que Damon se había materializado en la habitación. Una incipiente sonrisa comenzaba a dibujarse en sus mejillas y Alex notó que su presencia se había vuelto invisible también para él. Abatido pero sin perder un ápice de dignidad, abandonó el cuarto. Al salir, su mirada se cruzó con la de Damon que triunfante, siguió con la vista su retirada hasta que la puerta volvió a cerrase.

Ahora estaban solos. Damon se sentó en la cama frente a él.

-¿Cómo te sientes?- dijo acariciando su mejilla.

Graham hubiese deseado mostrarse más fuerte pero sólo atinó a inclinar su rostro, apretando la mano de Damon contra su hombro.

Damon no demoró en apoyar sus labios contra los de él y Graham, que había añorado esa sensación por tanto tiempo, dejó hacer mansamente.

-¿Por qué te haces esto, cariño?- interrogó Damon, como si pudiese ignorarlo. Graham pareció despertar de su ensoñación.

-¿Y tú lo preguntas?- respondió con más tristeza que enojo.

Damon lo miró contrariado y su actitud era genuina. No comprendía lo que le sucedía. Vivía tan concentrado en su propia persona que difícilmente era capaz de medir las consecuencias que sus acciones tenían en los demás.

-Teníamos...bueno, en realidad tenía una vida de la que eras parte...parte central. Y un buen día, decidiste que ya no serías parte de ella sin siquiera tener la deferencia de, cuando menos, dejarme saber qué hice mal- los ojos de Graham comenzaban a humedecerse pero su voz seguía tan suave como firme- Y como si no fuera suficiente, decidiste que sería oportuno darme un lugar como espectador de tu nueva felicidad conyugal. ¿Comprendes la cantidad de cosas que tengo que olvidar, "cariño"?- su última palabra había sido pronunciada con doloroso sarcasmo.

Otra vez, Damon le devolvió una mirada atónita, como si acabara de oír un largo discurso enunciado en una lengua incomprensible.

-¿Hablas de...de Justine y yo?

-¿De quién más si no?

-Pero Graham...ella no significa nada. No significa nada parecido a ti.

"Ella no es nada para mí"...no sonaba muy distinto del trillado discurso que casi toda esposa traicionada había oído alguna vez. De hecho, ni siquiera era la primera vez que Graham lo escuchaba.

-Desde que la tienes a ella, prescindes de mí- esclareció.

-Graham...creo que hemos sido bastante indiscretos, por no decir obvios, durante mucho tiempo. No ignoras que había rumores sobre nosotros. Los oíste.

-Pudimos volvernos más discretos- respondió intransigente.

-Graham...- Damon notó que no iría muy lejos en esa dirección. Tal vez algo de sinceridad no hiciera daño, después de todo.

-Graham, ¿desde cuando te has vuelto el novio quejumbroso que demanda exclusividad?

-Desde que tú también la demandabas, con tus malditas escenas de celos, esas que sin duda habrán contribuido a la obviedad...y a los rumores. ¿Las olvidaste?

No, no las había olvidado. Tenía muy presentes sus violentos arranques toda vez que alguien osaba acercarse a lo que consideraba suyo. La última vez había propinado un feroz puñetazo a un joven artista plástico que saludó a Graham de un modo que Damon juzgó inapropiado. Beso en la mejilla y un abrazo que no cedía, envolviendo a Graham por la cintura, la mano del intruso firme sobre el cinturón, impidiendo que el guitarrista tomase distancia.

Damon suspiró y prosiguió.

-Gra, cariño- dijo tomándole las mejillas con ambas manos, apoyando su frente sobre la de él- No deberías siquiera compararte. Tú me das...cosas diferentes...las que yo necesito, las que yo quiero...Claro que Justine me agrada y de momento, hasta la necesito. Pero no la amo. No como a ti.

-Parece que hace tiempo no necesitas nada de mí- respondió incrédulo y resentido.

-¡Por favor, Gra! ¿Acaso es mi culpa que casi haya decidido sumarse a la gira? Te juro que no se lo he pedido. Hasta he intentado evitarlo...Y ya sabes, si ella está aquí, todo es más peligroso. No es estúpida.

Graham deseaba creerle con todas sus fuerzas.

-Gra, cariño...-Damon lo recostó sobre la cama- Te amo, lo sabes...y me preocupas- comenzó a plantar tiernos besos en su cuello, acariciándolo apenas con la punta de sus dedos. Sabía lo sensible que era a ese tacto ligero.

-Gra, mírame.

La mirada huidiza de Graham se posó en él por un momento.

-Te amo...te amo tanto. Y también yo te he extrañado, también me muero por estar contigo. Te compensaré por todo, lo prometo- Damon susurraba haciendo que sus labios rozaran los de él, dejando que Graham respirase su aliento cálido.

Comenzaba así un ritual repetido hasta el infinito, un ritual que invariablemente quebrantaba la siempre débil resistencia de Graham y los hacía volver a empezar, una y otra vez. Más allá de los agravios, más allá de los engaños.

-¿Me quieres, Graham?

-En este momento, no- respondió apartando el rostro, infantilmente enfurruñado, como lo hacía en cada reconciliación.

-¿Y qué puedo hacer para que vuelvas a quererme?- preguntó Damon en forma inquietante. Graham sacudió un hombro contra su mejilla en muestra de desinterés.

-¿Me dejas intentar?- preguntó colándose entre las sábanas- si al cabo de tres intentos no logro que vuelvas a quererme, te prometo que me iré y no volveré a molestar.

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