8. I can't say I love you easily.

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Advertencia: Este capítulo incluye contenido adulto. Quienes no se sientan a gusto con esta clase de material podrán saltear su lectura sin por ello perder la continuidad de la trama.

Graham lucía bastante débil y exhausto después del tortuoso día anterior. Y aunque eso redujese su margen de acción no era suficiente para hacer retroceder a Damon que ahora buceaba bajo las sábanas. Con toda la deferencia que el estado de Graham requería, desabotonó sus pantalones y hurgó en su entrepierna.

-Basta- gemía el enfermo.

-Ni siquiera comienzo...

Tomó su miembro con delicadeza y con la misma suavidad posó sus labios sobre la punta, estampándole un beso ligero y cálido. Repitió la operación lenta y devotamente, como quien adora una reliquia. Aunque no quisiera, la reconfortante tibieza de su boca comenzaba a excitarlo.

Con lentitud, engulló su glande y soltó una bocanada de aliento candente que hizo estremecer a Graham, arqueando su espalda como la de un gato. La prodigiosa lengua de Damon hacía el resto trazando círculos, presionando la punta de su pene como si pretendiera abrirse paso a través de ella. Graham gemía al ritmo de una erección incipiente.

-¿Me quieres, Graham?

-En este momento...- susurró con la respiración entrecortada- en este momento...no.

Damon aceptó el desafío. Desocupó su boca y comenzó un lento recorrido desde la punta hasta la base, lamiendo, rozándolo levísimamente con sus dientes, aplicando pequeñas succiones por los costados. Su exasperante lentitud hacía que las caderas de Graham comenzaran a debatirse.

-Por favor...- se escuchó por fuera de las sábanas.

-¿Por favor, qué?

-Basta...

Como si no lo oyera, Damon comenzó a mamarlo en toda regla, a un ritmo suave pero sostenido. Lo sintió crecer dentro de su boca hasta volverse rígido. Sólo entonces interrumpió la estimulación, dejándolo gemir de deseo, empujando la pelvis hacia arriba en busca de un contacto que se demoraba más allá de lo tolerable. Deseaba oír su voz, lánguida y excitante, suplicándole por más, doblegado por la urgencia. Pero Graham se mantenía firme. Damon tomó su miembro, ya muy húmedo y turgente. Lo rodeo con sus dedos dejando girar su pulgar alrededor del glande. Graham se estremeció agónicamente, soltando esos sonidos que su amante conocía y de los que no parecía cansarse jamás.

De un manotazo se deshizo de las sábanas que ocultaban sus maniobras e impedían el contacto visual. Alzó los ojos y buscó los de Graham, perdidos en algún punto del techo. Volvió a succionar, esta vez más rápido y Graham giró la cabeza para ahogar sus gemidos en la almohada a la que estaba aferrado. Damon apreciaba la belleza de la escena.

-¿Me quieres, Graham?- preguntó por segunda vez.

-En este...- las firmes succiones de Damon trocaban sus jadeos en francos gritos.

-Lo siento, Graham. No pude oírte...

La boca de Damon succionó como si deseara devorar su miembro y Graham gritó como si la vida le abandonase.

-Te o...te odio- balbuceó entrecortadamente.

-Mi niño me odia...¿qué haré ahora para que deje de aborrecerme?- se preguntó Damon en voz alta.

Con la pericia de quien conoce un cuerpo ajeno como si fuese el propio tiró de pantalones y ropa interior hasta despojarlo de ellos. Se arrodilló a los pies de Graham y lo miró, sólo una vez. En su semblante había una vaga expresión de sufrimiento que enloquecía a Damon. Con un movimiento rápido y firme, lo volteó. Tomó una almohada que yacía cerca y levantándolo por la estrecha cintura, la emplazó bajo su pelvis, evitándole el esfuerzo de sostenerse sobre sus extremidades. La vista era gloriosa pero aún así, Damon sabía que no podía jodérselo. Era seguro que los estragos del día anterior seguían allí.

Levantando las prendas que cubrían su espalda, recorrió con dos dedos su espina dorsal y siguió bajando por su trasero sin privarse de ejercer una suave presión sobre su entrada. Sus manos impedían que la erección de Graham languideciera pero sus movimientos suaves se cuidaban mucho de darle satisfacción plena, manteniéndolo en un estado de excitación casi agónica.

De pronto, sintió el peso de Damon acomodándose a horcajadas sobre él. Se inclinó y comenzó a besar sus hombros y espalda, descendiendo muy lentamente. Su boca erró a la deriva por el cuerpo de Graham hasta detenerse en sus turgentes y redondas nalgas. Comenzó a succionarlas con tal fuerza que al apartar sus labios podían verse claramente las marcas moradas. Alternaba las succiones con mordiscos cuya intensidad iba en aumento. La tersa piel de Graham comenzaba a surcarse con magullones y huellas de dientes. Algunas mordidas resultaban de hecho bastante dolorosas. Pero cuánto le gustaban.

Para cuando Damon creyó oportuno finalizar, la piel de Graham mostraba por doquier las huellas de su paso. Se detuvo a contemplar su obra, complacido de volver a dejar su marca de propiedad en lo que era suyo.

-Te juro que ahora vas a darme lo mejor de ti- anunció Damon mientras sus manos se abrían paso hasta la entrepierna de Graham, esta vez desde atrás.

Su mano hábil, la izquierda, sostenía y estimulaba la férrea erección mientras la derecha se detenía en la suave piel del escroto.

-Basta...basta- gemía Graham, súbitamente capaz de sostenerse sobre sus cuatro extremidades apelando a la fuerza de sus rodillas.

-Tengo que ocuparme del bienestar de mi niñito...- su voz excitaba a Graham tanto como su tacto.

-Estará tan lleno, pobrecito- Damon se inclinó hasta tocar su oído con la boca y en tono imperativo susurró- ¿Lo estás, verdad? ¿O es que has estado desahogándote por ahí?- dijo marcando sus caderas con la presión de sus dedos.

-No...no- musitó Graham.

Damon se aposentó al costado de su compañero. Tomó el pene de Graham, haciendo un anillo con su pulgar y su índice. Había lubricado su mano con algo. Lo recorrió lentamente y repitió el movimiento una y otra vez. Su otra mano no tardó en unirse a la faena de su hermana alternado los movimientos casi como si estuviese ordeñando. De abajo a arriba, con sus dedos formando un anillo. Primero una mano, luego la otra. Suave pero firme. Y cada vez más rápido. Las fricciones calentaban su miembro y mantenían su glande rojo e inflamado. Graham gritaba sin compostura alguna. Notando lo cerca que estaba, Damon advirtió.

-No te atrevas a correrte sin mi permiso.

Aunque él mismo portaba una erección casi dolorosa, sabía que Graham no podía ser follado ese día. Además, le había prometido compensación. Y se la daría. Mantuvo sus hábiles manos atentas a su trabajo. Graham emitía sonidos guturales, concentrado en no venirse a destiempo.

-Puedes acabar ahora- se escuchó de repente y Graham inundó el colchón con dos incontenibles chorros de semen antes de caer de bruces sobre la almohada. Damon acompañó lentamente su colapso. Besó su sien sudorosa, sus labios rojos e hinchados a fuerza de habérselos mordido mientras se afanaba en contener su naturaleza. Con la boca pegada a su oído, Damon susurró.

-¿Me quieres, Graham?

- Te...te amo...- suspiró.


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