16. Essex dogs.

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El estruendo de la bocina estrellándose contra el teléfono ensordeció a Damon. Persistente como de costumbre, volvió a llamar. Con su habitual apatía, Alex le dejó saber que ese sábado tenía mejores cosas que hacer que cuidar a Graham. Súbitamente, nadie parecía saber de él. Damon había agotado todos los contactos a los que podía recurrir. Faltaba Dave, claro. Pero no esperaba mucho de él tras la amarga discusión que habían protagonizado en la discográfica.

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(Flashback - viernes, en la sala de reunión).

-Graham no ha llegado aún, para variar- había acotado Damon apenas entró a la sala de reunión. Alex le dedicó una mirada iracunda y Dave, como pocas veces lo hacía, tomó la palabra.

-Te equivocas. Llegó temprano...y ya se fue.

-¿¡Qué!? ¡Ni siquiera hemos comenzado! ¿¡Qué clase de broma es esta!?

-Salió a comprarse un traje, Damon. Ya sabes, no quiso que tu boda lo tomara por sorpresa.

-Ah, esa mierda...- murmuró Damon.

-Es la mierda que tú decidiste ventilar- apuntó Dave.

-Y ustedes como siempre de gran ayuda. ¿Cuál de los dos corrió a mostrarle ese estúpido panfleto?- dijo sospechando instintivamente de Alex.

-Ahora los responsables somos nosotros...- intervino el bajista con indignación.

-Verás, estábamos a punto de comprar la tirada completa, para quemarla y evitar que la viese- dijo Dave con ironía- Pero ya sabes, siempre hay alguien que se adelanta. Eso sin mencionar tu entrevista radial...

Dave estaba pasmado ante la idea de que los responsabilizase por las declaraciones que él mismo había hecho. Damon bajó la cabeza y preguntó.

-¿Adonde fue?

-¿Cómo saberlo?

-Iré a verlo...de cualquier modo no podemos comenzar sin él.

Y partió rumbo al apartamento de Graham. En su mente danzaban las furiosas miradas de Alex y el tono casi hostil de Dave cuando le dijo:

-No tengo por costumbre entrometerme, Damon. Pero esta vez lo haré. Graham está jodido, más que jodido. Ni nosotros sabemos hasta qué punto y probablemente tú tampoco. El cielo sabrá qué ha sido de él en los últimos meses de verano...porque no creo que tú te hayas molestado. Y apareces con esto, públicamente...

-Dave, mis asuntos y eventualmente los de Graham...

-A mi no me importan tus asuntos.- interrumpió- Me importa un carajo si te casas o no- dijo Dave con firmeza- Pero...¿por qué dejar que se entere así? Si estás enamorado, o vas a casarte o has decidido comprar la luna para Justine ¿no podías decírselo en privado antes de comunicarlo al país? ¿Tienes una idea del momento que se vivió aquí antes de que llegaras?

-¿Qué...qué ocurrió?- preguntó Damon alarmado.

-Pierde cuidado que no te delató- respondió Dave en muy mal tono- El punto no es si tus secretos fueron revelados. El punto es que le estás jodiendo la vida a alguien que no puede consigo mismo. El punto es que hace meses la vienes cagando hasta el fondo, haciéndole tomar parte de una situación que a ti te resulta muy sencilla pero que él no puede manejar. El punto es que mientras tú te lo pasas en grande con Justine, nosotros –y miró a Alex- nos mordemos las uñas cada vez que Graham sale. Y así ha sido durante casi toda la gira. Así es ahora mismo. No sólo no lo ayudas, Damon. Lo perjudicas. Y lo que sea que le suceda hoy, será en parte tu responsabilidad. Lo aceptes o no- sentenció Dave como si se quitase un gran peso de encima.

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Esas palabras resonaban en los oídos de Damon mientras sin éxito, aporreaba el timbre del apartamento de Graham. Y ahora habían pasado 24 horas sin noticias.

"Todos me responsabilizan", pensaba. Y era fácil hacerlo. Nadie sabía que su vida doméstica junto a Justine se había convertido en un infierno que la heroína compartida ya no lograba apaciguar. También ignoraban lo intoxicado que estaba la mayor parte del tiempo. Nadie imaginaba que no pasaba un día sin arrepentirse, al menos una vez, de aquella tarde en que llegó a casa y halló heroína sobre la mesa. Y la compartió con su mujer, como si de un pastel se tratase. (1)

Ahora también él estaba arruinado. Y ni siquiera podía contar con Graham pues su amor de toda la vida hacía ya rato que no se bastaba a sí mismo. Damon no comprendía cuándo y cómo se había desatado todo aquello. Recurrir a Justine era un franco despropósito...su primera proveedora, su iniciadora. No es que la culpase...bueno en realidad lo hacía en ocasiones. Pero ella estaba tan arruinada como él, si no es que más. Hasta su figura, ahora esquelética, había comenzado a delatarla.

A Damon le costaba dormir. Cuando lo hacía, tenía sueños recurrentes. La tundra barrida por el viento. Esa era la imagen que lo visitaba una y otra vez en su frágil duermevela. Había llegado a barajar la loca idea de fugarse a un sitio como ese, como si las heladas extensiones fuesen capaces de apagar el infierno que devoraba su interior y su vida misma. Pero eso no era posible. No ahora, cuando tantas responsabilidades lo abrumaban. Mucho se le había dado y mucho se le exigía.

Damon Albarn, joven, ridículamente hermoso y con el mundo a sus pies, estaba jodido hasta las trancas. No dormía, era presa de mórbido pánico (2), la idea de pasar un día sin su dosis le resultaba inconcebible, su vida doméstica –que alguna vez le había dado satisfacciones- se desmoronaba mientras él se forzaba a ocultar su miseria como un secreto inconfesable.

Todos tienen sus propias batallas y en la suya, Damon Albarn no tenía aliados.

(1) Damon ha hablado abiertamente de sus días de heroína compartidos con Justine. En el marco de esas confesiones, reveló que tuvo su primer contacto con la sustancia en su propia casa, cuando su novia era consumidora. "Llegué a casa y allí estaba, sobre la mesa [la heroína]. ¿Qué debería haber hecho? ¿Rechazarla y dejar mi vida o quedarme en mi casa con mi novia y asimilarla en mi vida de algún modo?" Respecto de la incidencia de la heroína en su vida, amplió "después de probarla, la encontré inicialmente muy agradable y muy creativa".

(2) Después de "Parklife", Albarn experimentó su primera crisis depresiva que le costó reconocer como tal pues hasta entonces "sentirse levemente deprimido o suicida eran emociones tan incomprensibles para mí como el idioma japonés. Entonces de la nada, me desperté deprimido (...). Tenía dolores en la espalda y en los hombros, ataques de pánico y el único alivio era llorar. No podía dormir".

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