28. You don't need to tell me.

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Advertencia: Este capítulo incluye contenido adulto.

Los días pasaban sin que Alex contestase sus llamadas del mismo modo en que él ignoraba las de Damon.

Se veían sólo en el estudio. Alex se comportaba con normalidad aparente aunque su semblante no era el mismo. La corta barba que había dejado crecer no era suficiente para ocultar la expresión de amargura que se había instalado en su rostro. Y sus sonrisas forzadas tampoco bastaban para reemplazar las carcajadas que siempre delataban su presencia. "Es temporario", se decía a sí mismo. Pero el curso de los días se encargaba de desmentirlo.

Graham llegó a enterarse de que había abandonado su apartamento, el que alguna vez compartieron. No le hizo saber su nueva dirección ni su teléfono por lo que supuso que deseaba verse libre de sus llamadas o de alguna inoportuna visita de su parte. Alex amaba ese lugar. Se había tomado mucho tiempo para elegirlo y montarlo a su gusto. Y ahora lo abandonaba...

Pero no temía que Graham apareciera por allí y tampoco le importunaban sus llamadas. Llevaba días con el teléfono desconectado. Simplemente no podía vivir en un sitio tan lleno de recuerdos. Cada habitación traía a su memoria jirones de su vida juntos. Esa que había ansiado por tanto tiempo y que tuvo por tan poco.

Ni siquiera podía dormir en la cama que compartieron. Cambió de habitación pero sirvió de poco. Su recuerdo estaba en todas partes. El armario que había sido suyo aún conservaba el aroma de sus cosas. Su aroma. Alex se había sorprendido a sí mismo abriendo sigilosamente su puerta buscando reencontrar ese perfume que lo ayudaba a dormir en las noches y que el paso de los días debilitaba. Temía que aquel aroma lo abandonase. Llegó a entreabrir la puerta apenas unos centímetros, temeroso de que la huella de Graham escapara para siempre de la casa. Entonces supo que las cosas no podían seguir así. Decidió que por el momento y por su bien, se marcharía. Conservó el apartamento, con la esperanza de ser capaz de volver en el futuro, pero no ahora.

Los recuerdos no eran más benévolos con Graham que una vez más, intentaba acallarlos ahogándolos en alcohol.

Esa noche había bebido un poco. Menos de lo que deseaba pues un piadoso cantinero que ya lo conocía se había negado a servirle más.

-Suficiente, muchacho- le había dicho- te he visto borracho como una cuba todas las noches esta semana. Si vas a matarte, hazlo. Pero no voy a darte el veneno con mis propias manos.

-Si me alcanza la botella puedo servirme yo mismo- respondió Graham encontrándose con otra negativa.

Pudo irse a otro bar pero no tenía deseos ni fuerzas. Caminó hasta su casa en medio de la noche. A poco de llegar, creyó ver una silueta sentada en los primeros escalones de la entrada. Apenas divisó un par de largas piernas y antebrazos reposando sobre las rodillas. Un anillo de sello brillaba en una de las manos. Supo que Damon lo estaba esperando.

-¡Gra!- se puso de pie de un salto.

-¿Qué haces aquí, Damon?- preguntó con expresión cansina. Una reyerta era lo último que deseaba en ese momento- ¡Por qué no vives y me dejas vivir!

-Graham...yo no vivo si no estoy contigo- dijo entre apesadumbrado y meloso.

Una sonrisa irónica fue todo lo que recibió como respuesta.

-Gra, tenemos que hablar. Tenemos que arreglar esto- insistió.

"Sé feliz con lo que puedes tener sin pensar en lo que no", eso le había dicho Alex el día que se alejó de él para siempre y en eso pensaba Graham ahora, mientras contemplaba lo que sí tenía, aunque fuese de modo parcial. Quizá debía aceptar lo que la vida le ofrecía y olvidar lo que le negaba. Alguna vez había sido feliz con eso y quizá podría volver a serlo.

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