Cap 17: Ojos azules

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Se puede cambiar el destino... podemos salvarle...

Agh... —me quejé. Dios me faltaba el aire.

Traté de deshacerme de aquellas manos pero cada vez se apretaban más axfisiándome, no podía liberarme.

Encontraré la manera... —dijo y sonrió bajo aquella sombra de la capucha que lo cubría el rostro.

Palpé el suelo y seguí moviéndome no iba a rendirme hasta el final, sin embargo las fuerzas comenzaron a flaquear y mi capacidad de vista a difuminarse. Poco a poco perdí la fuerza dejando cualquier tipo de lucha y le cedí el paso a que acabara con mi vida. Toda ella se paseó por mi mente, las cosas buenas y las malas. Recordé… recordé como conocía a Luhan, como mis padres todavía me querían y a Baekhyun… tal vez las únicas cosas buenas que me habían sucedido. A mí volvieron memorias que nunca antes viví, recuerdos nostálgicos con el último mencionado o sueños que había tenido hace ya algún tiempo por eso mi pecho se oprimía con cada caricia, palabra y acción.

El de arriba se distrajo como si pudiera verlos y aproveché para empujarle con todas mis fuerzas o las pocas que me quedaban. Se golpeó la espalda bruscamente contra el suelo y la capucha que lo tapaba se deslizó hacia atrás desvelando su rostro.

El momento era más impactante, un asesino quería matarme pero ese asesino… era yo!

Por un momento me pareció creer que el mundo se había detenido o que todo circulaba más lento de lo habitual. Era mi cara! mi maldita cara! Aquel asesino era yo!

Me quedé inmóvil ahí sentado en el suelo observando, temblando… Sus ojos azules se arrastraron hasta los míos negros recomponiéndose lentamente para volver a mí.  Aquello era una señal de que volvería a intentarlo y mi cuerpo antes de que los estímulos llegaran al cerebro ya disparó las alarmas de levantarse para huir y obviamente es lo que hice.

De nuevo todo volvió a velocidad normal. Tosí y tosí mientras trataba de estar recto para correr, no obstante, mi espalda estaba encorvada y mi mano derecha se mantenía fielmente tocando la zona afectada mientras que lo que hacía no era correr pero algo era. No podía mantener bien el equilibrio no se si por la falta de oxígeno en el cerebro o el inminente impacto de que yo quisiera matarme por lo tanto; lo tenía realmente fácil para atraparme aunque parecía tomarse su tiempo caminando. No tenía ninguna prisa y eso me derivó a pensar:

“Hijo de puta…” —mientras el pánico me invadía completamente.

Llegué a una zona concurrida de gente y fue entonces cuando lo perdí de vista aún así, no bajé la guardia. Apoyé las manos sobre las rodillas y a continuación poté.

[…]

Llegué temblando hasta el ascensor de mi piso y cuando las puertas de este se cerraron una vez pulsado el botón apoyé la espalda en la pared. Cuando se abrieron salí directamente a por la cerradura de mi apartamento.

Las llaves se me cayeron una, dos y hasta tres veces por mi temblor. Cuando por fin conseguí mi cometido entré como una rallo y cerré. Todas las luces estaban encendidas pero en ese momento no me fijé en ello sino en ir hasta mi cuarto y asaltar el cajón de la mesita de noche. Las pastillas que me recetó el psicólogo y guardé hace mucho todavía estaban ahí. Cogí la caja de plástico que las contenía y me puse tres de su contenido en la mano. No siquiera necesité agua para tragármelas. Extensioné las cervicales del cuello para facilitarme el tragármelo. No tuve suficiente, me puse unas 5 más dispuesto a que mi organismo las acogiera pero antes de poder llevármelas a la boca una mano me detuvo. Me sorprendí ni siquiera me percaté de la presencia de alguien. De nuevo me quedé perplejo al observar al culpable.

sᴀʟᴠᴀᴛɪᴏɴ (sᴇʙᴀᴇᴋ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora