Un consejo.

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NARRA SAMANTA

Darío me acababa de servir el tercer café de la mañana cuando Jessica volvió a aparecer por la planta. De la misma forma que se había ido, solo que esa vez, había bloqueado ya su iPhone. Por encima de la pantalla de mi ordenador observé como se quitaba la chaqueta, dejando ver la sobaquera donde guardaba la pistola. Una camiseta negra de manga corta y estrecha dejaba marcar perfectamente lo que yo estaba viendo en ese momento. Jessica era irreal, era toda una diosa... Era, sencillamente, perfecta.

Regresé a mi pantalla antes de que ella se girara para acercarse a nosotros. Paso firme y decidido, donde fuese, andaba así.

- ¿Y bien?

- Me han dado las imágenes – asintió Darío levantándose hasta ponerse a su lado – Las tienes en tu bandeja ya.

- ¿Cómo que en mi bandeja?

- Si, en la del ordenador – explicó Darío señalando su mesa.

- ¿Pero has encontrado algo?

- Em... Las imágenes – dudó Darío.

- En ellas – insistió Jessica – Darío, ¿has mirado las imágenes o solo las has conseguido?

- Las he conseguido.

- Pues ponte a mirarlas. Ya – ordenó para después mirarme a mí - ¿Su vida?

- Nada destacable. La universidad me ha dado su expediente pero no hay nada, solo que la estaba costando sacarse su carrera. En cuanto a ella, tenía unos padres senegaleses que murieron cuando Andrea cumplió diez años. Su custodia pasó a manos de su hermano mayor, Jacob Suárez.

- ¿Y ya le has localizado?

- No...

- ¿Y a qué esperas?

- Pensaba que querrías hacerlo tú...

- ¿Yo?

Asentí esperando la bronca del siglo. Sin embargo, no llegó ni la bronca ni un mísero grito. Jessica nos miró a ambos, pero Darío estaba ya mirando atento a su ordenador. Entonces elevó ambas cejas y se mordió el labio inferior.

- Vale, chicos. Dejad todo, unos segundos, vamos a tomarnos cinco minutos los tres. ¿Dónde hay café?

- Allí.

- Pues vamos allí y que cada uno se tome uno.

Darío y yo nos miramos sorprendidos, pero en cuanto vi como ella iba hacia donde le habíamos indicado, comprendí que no era ninguna broma. Nos levantamos en seguida, con las tazas de café en la mano y fuimos hacia donde Jessica ya estaba preparándose el suyo. Tan solo un minuto después, se sentó frente a nosotros.

- Conozco los métodos de trabajo del inspector – confesó agarrando la taza con ambas manos – Y tengo que deciros que no las comparto.

- ¿A qué te refieres?

- Siento ser yo la que os abra los ojos, pero no estáis trabajando así. He leído vuestros expedientes y no hay nada que me haya llamado la atención – de pronto me miró – Aunque tú eres joven aún. El inspector os manda que busquéis las pruebas, pero luego no os permite participar en el caso. Hacéis el trabajo sucio y pesado, porque no os tiene en cuenta para nada...

Jessica siguió hablando de algo que yo ya sabía. Para Carlos, yo no servía de nada. A mí no me dijo nada nuevo lo que la inspectora estaba desvelando, yo era plenamente consciente de eso, pero tampoco podía hacer nada. Era mi superior, tenía que aguantar como fuera.

Miradas de deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora