Ojalá no hubiese pasado.

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NARRA SAMANTA

El sonido continuo de la vibración contra la madera me estaba molestando demasiado. Abrí los ojos para encontrarme con una Jessica dormida, boca abajo e invadiendo, prácticamente, la mitad de mi cuerpo.

- Jess... - susurré bostezando – Jessica – le acaricié la cabeza – Jenkins.

- ¿Qué?

- Tu teléfono.

- ¿Qué?

- Que está sonando...

- ¿Qué?

Le di en la cabeza, y fue lo que necesitó para elevar su cabeza. No se movió de encima de mí, solo estiró el brazo y descolgó la llamada poniéndola en altavoz. No tenía ganas ni de llevárselo a la oreja.

- Jenkins.

- Siento la hora, Jess.

- Jaime – bostezó - ¿Qué pasa?

- Vas a recibir una llamada en media hora del comisario de... - escuché unos papeles moverse – Samanta, ¿así se llama?

- Sí – afirmó Jessica acurrucándose a mi lado sin abrir los ojos - ¿Y qué pasa con eso?

- Porque te va a pedir que te quedes allí hasta que resolváis el caso.

- ¿No se supone que yo solo tenía que encontrar al inspector?

- Estas demasiado dormida como para entender que no solo se va a conformar con eso.

- Ya... - suspiró - ¿Y qué me quieres decir?

- Que me digas que vas a querer hacer – en ese momento abrió los ojos mirándome – Por retrasar los días libres de las dos o no.

- Dame un segundo que me ubique, Jaime - silenció el micrófono - ¿Qué le digo?

- Quédate – asentí – Total, es un día.

- Vale – quitó el silenciador – Jaime.

- Dime.

- Retrasa los días. Termino el caso y después me voy a ver a mi madre.

- Vale. Seguramente te llame Samuel, pero eso ya es cosa tuya.

- Que le den por culo – musitó - ¿Eso es todo?

- Eso es todo, y perdona por la hora.

- No te preocupes.

- Adiós Jenkins.

- Adiós – colgó – Las cinco de la mañana... - susurró – Yo le mato.

- ¿Quién es Samuel?

- El jefe de inspectores – contestó dejando el teléfono en la mesilla – Un tipo que odio – me dio un beso en la mejilla – Y al que le he mandado más veces a tomar por culo de lo que te imaginas.

- Pese a ser tu superior.

- Sí – contestó con indiferencia – No le soporto – bostezó – Me voy a duchar.

- Yo te espero aquí – me arropé con la manta – Es muy temprano aún.

- Bienvenida a mis días.

Me dejó un último beso y se levantó para ducharse. La mayor diferencia entre las dos, la descubrí esa mañana. Ambas odiábamos madrugar, pero para Jessica era parte de su día a día y lo sabía. Mientras que yo... Pues no.

Miradas de deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora