NARRA SAMANTA
Tras acariciarme la pierna, coger sus cosas y marcharse exactamente igual que había llegado el primer día; Jessica se fue. La diferencia es que se iba a mi casa, porque ahora, estaba conmigo.
- Dime que tenemos contra Dolores.
Su voz me sobresaltó, pero sobre todo porque yo estaba pendiente de ver como Jessica se iba de la planta. Me giré viendo a Carlos, pero parecía derrotado, hundido y hasta vulnerable. Ese era el huracán Jessica Jenkins y yo no tenía ninguna duda.
- Las huellas del registro del restaurante coinciden con las que teníamos fichadas como Isabel, la mujer de Jose Luis – dije enseñándole los papeles – Darío está hablando con el banco para que le den el registro del pago, porque una cantidad de dinero tan grande, el banco tiene que tener algo que lo justifique.
- ¿Y tenemos algo que la relacione con ese día?
Saqué una fotografía de Dolores entrando a las ocho y treinta en el restaurante y saliendo a la una menos veinticinco. Además del retrato robot que hizo Esteban sobre la mujer que había participado.
Carlos asintió cogiendo todos los papeles y se marchó al banquillo. Como le había dicho a Jessica, me había quedado para verlo, así que me levanté y me marché tras de él.
Estaba de pie, con las manos en los bolsillos de su pantalón y mirando a Dolores. Da igual qué tipo de persona fueras, el proceso antes de un interrogatorio era universal en todos los agentes. Yo no le dije nada, solo me senté en la mesa, esperando a que estuviera preparado para entrar.
- Lo siento – dijo de pronto sorprendiéndome – Sé que llega tarde y mal, pero lo siento.
- Resulta irónico que te tengan que denunciar para que te des cuenta de lo que haces...
- ¿Estás lista para trabajar con ella?
- Aunque te cueste creerlo, sí.
- ¿Y para estar con ella? – solo sonreí – El sexo con Jessica es increíble – se giró para mirarme - ¿Verdad? – no contesté – Pero una cosa es eso, y otra convivir con ella.
- ¿Vas a darme un consejo?
- No, solo digo que te lo pienses...
No quería sus consejos, yo misma quería descubrir cómo era convivir con ella. Sabía lo que vendría, ausencias, desvelos y días sin ella. Yo lo sabía, pero es que no me importaba. Aunque compartiera dos días de cada diez, iba a ser un buen balance. Sentía que mi vida profesional y personal, por primera vez, iban hacia delante y en buen camino. Así que no, los consejos y las palabras de Carlos no significaban nada para mí.
En vista de que no iba a obtener ninguna respuesta, cogió la carpeta y entró en la sala de interrogatorios. Dolores estaba tranquila, demasiado diría yo. Ni siquiera se tensó cuando entró Carlos, le clavó la mirada y se la sostuvo durante todo el tiempo que estuvieron hablando.
- Señora Hidalgo, ¿le han leído sus derechos?
- Sí.
- Bien... ¿Sabe por qué está aquí? – preguntó Carlos recostándose en la silla.
- No lo sé, agente.
- Entonces voy a refrescarle la memoria – puso en la mesa la foto de Andrea - ¿La conoce?
- Claro, Andrea, trabaja conmigo en el restaurante.
- ¿Y cómo diría que era su relación?
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Miradas de deseo.
عاطفية¿Qué pasa cuando la atracción física se convierte en algo mucho más complicado?