¿Te molesta que te mire?

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NARRA SAMANTA

Familia cercana y lejana. Historial médico. Expediente académico. Currículum. Redes Sociales. Tarjetas. Cuentas bancarias.

Eso eran lo que teníamos que mirar en cada empleado. Aparentemente fácil, pero no cuando encontrábamos un pago que no estaba explicado, un camino registrado en su tarjeta de trasporte público que se salía de una rutina, un tweet incitando al odio o una mancha en su expediente académico.

Cualquier cosa fuera de lo común, había que mirarlo.

Darío había conseguido el abogado para Lucas, estaban hablando ambos en los calabozos, pues el abogado había pedido que fuera lejos de una sala llena de micrófonos.

- Este era el último – me dijo Darío dándome el informe – Resumen.

- Tenemos dos – contesté – Un estudiante de medicina y una activista contra su propia empresa.

- ¿Crees que eso es concluyente?

- Creo que no, pero son dos posibles ramas, sobre todo el estudiante de medicina.

- ¿La llamo?

- Sí... O vete a buscarla.

Como si le hubiese pegado una patada para que se levantara, igual que si se hubiese sentado encima de una chincheta; así de rápido se levantó Darío para bajar hasta el sótano donde estaba el gimnasio.

Llevaba cerca de una hora y media allí. Los dos dedujimos que la sentaba bien hacer ejercicio, o que le daba nuevas ideas. Fuera como fuera, entendí que si hacía eso siempre, ese era el motivo del cuerpo que tenía.

Regresaron los dos a los diez minutos de la marcha de Darío. Con una toalla en el cuello, unos leggins negros que acababan en sus rodillas y un top verde fosforito. No puedo describir la imagen que estaba viendo, pero creo que tuve un orgasmo solo con mirarla.

Tragué saliva sintiendo mi boca seca, así que agarré en seguida la taza de café que tenía en mi mesa. Se limpió el sudor que tenía en el pecho y en el abdomen con la toalla que había estado en su cuello.

Con el pelo recogido y su rostro algo más rojo debido al esfuerzo que sin duda estaba haciendo. Jessica estaba jodidamente sexy y yo estaba... Jodidamente caliente.

- Estos dos – dijo Darío señalándole las fotografías.

- ¿Y qué tienen de especial?

- Soraya Rivera tiene veinticuatro años, y en sus redes sociales hemos encontrado un enlace a un blog dedicado exclusivamente a criticar duramente a la multinacional – expliqué recuperándome – Realmente no tiene un motivo directo contra Andrea, pero al tenerlo contra el lugar en el que trabaja...

- Un asesinato en un restaurante da mala fama – añadió ella – Es un poco rebuscado pero no perdemos nada. ¿Y él?

- Guillermo León tiene veintiséis años y se gradúa este año en la facultad de medicina de la capital. La pública. Tiene el conocimiento necesario para clavar un cuchillo y que sea letal.

- ¿Alguna relación con Andrea?

- Son amigos en Facebook – me encogí de hombros – Algo es algo.

- ¿Soraya y Andrea lo eran?

- No.

- Vale – carraspeó mordiéndose el labio inferior – Revisad sus anteriores veinticuatro horas y las posteriores al asesinato. Os va a llevar tiempo, así que ponedles una patrulla de vigilancia a cada uno.

- ¿Por qué no les arrestas directamente? – preguntó Darío.

- ¿Tienes algo que los relacione con el crimen?

Miradas de deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora