"Otro caso resuelto a manos de Jessica Jenkins"
"La inspectora Jenkins detiene al asesino"
"Ninguna amenaza para Jessica Jenkins"
Mi cara estaba en todos los telediarios del país, y cada nuevo titular que leía, era peor que el anterior. No aguantaba que se eliminaran la mitad de los sucesos y que se adornara la otra restante. Una semana en un caso que me había llevado a la desesperación más absoluta.
Eso era lo que los telediarios no contaban, pero tampoco lo hacían los periódicos. Prensa que alababa mi trabajo, saltándose la mitad. Eso no era positivo, ni para mis amigos, ni para mis enemigos. Porque tampoco lo era para mí.
La conclusión de los reporteros era que la policía tenía una especie de diosa que allá por donde iba, ganaba todo en un abrir y cerrar de ojos. Ojalá fuera tan fácil.
Me senté en el sofá con mi tercera cerveza, decidida a ponerme un nuevo capítulo de La casa de papel, cuando mi móvil sonó. En seguida vi el nombre de Jaime en letras bien grandes. Y si a eso le sumábamos que tenía un tono predeterminado para él, era tremendamente predecible.
- Jenkins.
- Estoy fuera – era su forma de decirme que esa conversación era extraoficial - ¿Te encuentras muy cansada?
- Depende para qué – suspiré.
- Hay dos mujeres esperando, una para ti y otra para mí.
- Si hubiese dos mujeres, ninguna sería para ti. Y menos si me incluyes a mí – sonreí.
- Odio que me lleves la delantera en eso... Y nunca mejor dicho.
- ¿Te he dicho alguna vez que tus chistes de primate son horribles?
- Pero en el fondo me quieres.
- Me pagas, tengo que quererte – sonreí escuchando su risa – ¿A qué debo tu llamada?
- A ver... Una ciudad del norte está en medio de una investigación. Al parecer el jefe de brigada está desaparecido y creen que tiene que ver con el caso.
- ¿Por qué lo creen?
- Pues no tengo ni idea, la verdad. Porque es un asesinato en un restaurante...
- ¿Y me llamas porque...?
- Porque han pedido que alguien vaya a echar un vistazo. He pensado en miles de inspectores. A ti te he descartado porque siento que es hacerte ir para una tontería, pero te conozco lo suficiente como para saber que no te viene mal un poco de vals tras el heavy metal.
- ¿Por qué no me lo pides directamente?
- Porque quiero que tú lo decidas, Jessica. Mandarte me parece una pérdida de tiempo, pero necesitan ayuda y nadie mejor que tú.
- ¿Hay algún otro pendiente?
- Por ahora no. Tu comisario te iba a llamar para darte el día libre mañana.
- Iba a preguntar que si alguien te está presionando, olvidaba que eres tú el que lo hace – le escuché reír – Mándame los datos de todo. Salgo mañana a primera hora
- Recuérdame que te suba el sueldo.
- La policía no tiene dinero.
- Bueno, pues recuérdame que te debo una cerveza.
- Eso me gusta más – sonreí – Y si es acompañada de esas dos mujeres, también mejor.
- Te las mandaré en plan Instinto Básico. Ya tienes el e-mail. Gracias Jess.
- De nada.
Una vez que colgué la llamada con Jaime, me levanté para mirar mi portátil. Jaime era, probablemente, mi mejor amigo, aunque el hecho de que nos viéramos tan poco, hacía esa denominación un poco más complicada. Aparte del lugar que ocupaba en mi vida personal, era mi jefe en la vida profesional. Bueno, mi jefe, y el de todo el cuerpo nacional de policía.
Una ciudad pequeña, de no más de seis mil habitantes. Y tan solo una comisaría con una plantilla de ciento cincuenta agentes. No era ni la capital de una provincia, ni una ciudad importante. Era, simplemente, una de tantas.
Andrea Suárez había aparecido muerta en el almacén del restaurante de comida rápida donde trabajaba. Un McDonald's. El único de la ciudad. Múltiples heridas de lo que parecía ser un cuchillo. No había imágenes adjuntadas, por lo que no pude deducir si había muerto desangrada o por algo en particular. Tenía veinticinco años y estaba estudiando periodismo en la universidad a distancia del país. Trabajar para estudiar, esa era su vida.
Pero no encontré ningún detalle más. Ni vida familiar, ningún expediente académico y tampoco profesional. Jaime me había mandado todo, el problema es que, en esa comisaría, solamente tenían eso.
Suspiré dándole un sorbo a la cerveza cuando abrí el otro archivo que Jaime me había adjuntado. La ficha del inspector desaparecido. Carlos Hernández. Un hombre al que nunca había pensado volver a ver. Cuarenta y cinco años, veinte al servicio de la policía y un expediente de lo más normal.
Terminé el botellín justo antes de agrandar la imagen de Carlos. Con algunas canas más, sin barba, pero con la misma cara de cabrón. Carlos Hernández no solo era un inspector desaparecido, fue mi primer superior al salir de la academia... Y mi exnovio.
Decidí hacer lo mismo que años atrás, pasar página. Detective Darío Blázquez. Treinta y nueve años y un expediente que me dio pena. Sentí que era el típico detective que se conformaba con lo que tenía, sin ambición y sin ningún tipo de reconocimiento. Su foto estaba seguida de la siguiente ficha, detective Samanta Ruiz. Cerca de los treinta años, tan solo cuatro de servicio en el cuerpo.
Abrí su foto casi sin pensarlo. Vestida con el uniforme. La gorra no era un impedimento para ver que su pelo era negro como el carbón. Pero sus ojos, destelleaban como una aurora boreal, verdes como un coral bajo el mar, como un árbol recién florecido... Hermosa como un puto ángel.
Pero no había más. Ese era todo el equipo de homicidios que tenían en esa comisaria. Dos agentes y un inspector desaparecido. Me froté los ojos justo antes de enviarle el emoticono de la mierda a Jaime, lo que contestó con: "te dije que era poco para ti". Aún así no iba a decir que no. Había que encontrar a Carlos, aunque sentía que era capaz de hacerlo y matarle un segundo después.
Sin embargo esa noche no me fui a dormir con el recuerdo infame de mi relación con Carlos; sino de aquellos ojos verdes, pelo moreno y rostro perfecto.
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Miradas de deseo.
Roman d'amour¿Qué pasa cuando la atracción física se convierte en algo mucho más complicado?