Capítulo 12

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—Buenos días—Sting lanzó un bostezo al aire a la par que esas palabras salían de su boca, Rogue le dedicó una mirada algo molesta en consecuencia aunque correspondió al saludo gustoso.

Esa noche Sting y Lector se habían quedado a dormir con la excusa del mal tiempo por parte de Lector. Sting tuvo que llamar a Yukino para informarle dado que al parecer la había dejado tirada cuando salió a buscar a Lector, por suerte el cielo ya se estaba despejando y la chica no tuvo problemas en regresar. Era sábado, así que Sting tenía tiempo a que a la chica se le quitase el enfado para el lunes, o que le aumentara en consecuencia.

Sting se sentó en la pequeña mesa compuesta por cuatro sillas esperando a que Rogue terminase el desayuno. Tenía que admitir que había echado de menos la imagen de Rogue frente al fuego de la cocina vestido con el delantal rosa que alguna vez Sting le regaló en forma de broma por el amigo invisible. Debería haber imaginado que Rogue lo usaría tanto porque no tenía ningún delantal más y, sobre todo, porque era incapaz de despreciar un regalo.

—Te has levantado muy pronto—Sting miró la hora, apenas eran las ocho y media y eso en Sting un sábado era raro. Rogue lo miró con una sonrisa en forma de burla a la que Sting correspondió sacando la lengua infantilmente.

—Tu estás despierto de antes y no he soltado ninguna pulla—respondió Sting cruzando sus brazos sobre la mesa para apoyarse sobre ellos. Podía escuchar la leve música que Rogue había puesto en su móvil para cocinar tratando de no molestar a nadie durmiendo, de hecho se escuchaba más la sarten que la propia música, por lo que Sting tenía que hacer un esfuerzo por escuchar la melodía.

—Sí, pero yo suelo levantarme a esta hora —el chico apagó el fuego y apartó el instrumento de cocina permitiendo a los oídos de Sting captar parte de la melodía, aunque no fue capaz de identificar a la cantante. Rogue oasó la comida recién cocinada a un plato. Lo puso en la mesa para que Sting pudiera comenzar a comer y se sentó a su lado imitando su acción.

—No engullas de esa forma la comida, te vas a ahogar—riñó Rogue en un gruñido del que Sting hizo caso omiso.

—Echaba de menos tu comida—admitió Sting—no conozco a nadie que consiga cocinar mejor que tu—Rogue sonrió satisfecho ante el alago, Rogue vivía solo desde hacía demasiados años, esa era la principal razón por la que sus habilidades en la cocina estaban tan desarrolladas.

—¿Te puedes quedar con Frosch hoy? Tengo doble turno en la cafetería.

—Por supuesto, no hay problema —sonrió Sting con toda la boca manchada. Rogue suspiró antes de darle una servilleta—¿Con quién la has dejado estas semanas?—se interesó el rubio, aunque ya se imaginaba la respuesta. Rogue trabajaba todos los fin de semanas en una cafetería en el centro de la ciudad y siempre era Sting quien cuidaba de Frosch mientras el pelinegro se ausentaba. A Sting no le importaba, Frosch mantenía distraído a Lector y era una buena excusa para que Rogue y Frosch se quedaran allí a comer y, en ocasiones, a dormir.

—Con Minerva, por suerte a Frosch le gusta su perro y dejaba a Minerva estudiar tranquila.

—¿No le molestará que de repente le digas que no?

—Tengo la sensación de que se alegrará—Rogue sonrió y Sting se encogió de hombros sin estar tan seguro de que la chica fuera a alegrarse, aunque la chica más bien se alegraría de que Rogue estuviese bien con Sting de nuevo.

...

No me puedo creer que hayas tardado tanto en decírmelo—Minerva al otro lado del teléfono sonaba enfadada, pero Rogue sabía perfectamente que su rostro dibujaba una sonrisa—lo peor de todo es que si no te llamo yo, no me entero.

Mi mejor amigo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora