Capítulo 2

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Rogue caminaba con lentitud, una sonrisa dibujada en su rostro mientras Frosch saltaba de un lado a otro tarareando una melodía seguramente inventada por su curiosa mente. El uniforme que tanto se había esforzado en colocarle perfectamente esa mañana ya estaba algo desordenado debido a los saltos y vueltas que la peliverde daba, pero no podía enfadarse ante aquella imagen divertida frente a él. Se detuvo frente a una puerta de madera y llamó, el sonoro timbre se clavó en sus oídos y aún se preguntaba como Sting no había decidido cambiarlo. Sting abrió la puerta con una sonrisa y salió detrás de Lector, uniéndose a los dos hermanos en el camino que los llevaría al colegio. Todas las mañanas eran igual, pero a ninguno les decepcionaba, caminaban juntos al colegio de sus hermanos menores y luego se dirigían al instituto con tranquilidad sabiendo que llegarían antes que el profesor.

—Me he enterado de que estás saliendo con Yukino, ¿cuándo pensabas decírmelo? —Rogue preguntó curioso, ocultando la ofensa y decepción que le causaba que su mejor amigo le hubiera ocultado la relación aunque fuera por un día. Sting lo miró, su sonrisa brillante irradiaba felicidad.

—Lo cierto es que no estamos saliendo, aún, pretendo pedirle salir hoy.—La sonrisa se agrandó ante aquel pensamiento, Rogue puso una leve mueca una vez apartó la mirada ante la idea de que otra mujer ocupara gran parte de la vida de Sting, aunque ya estaba acostumbrado a ello.

—Seguro que te dice que sí, Yukino es una buena chica, te irá bien con ella.—A pesar de sus pensamientos, de que su mente le dijera que tratara de evitar que ocurriera lo de siempre, Rogue le animó.

¿Cuándo fue que se había rendido? 

—¿Verdad? Yukino es la chica ideal que siempre he buscado: es inteligente, buena, además de fuerte, ¿sabes que dio clases de defensa personal? Tiene mucha fuerza aunque no lo parezca—alagó el rubio. Era aún un misterio como Rogue sabía guardar tan bien las apariencias, fingir que aquella sonrisa formada en Sting a causa de otra persona no le afectaba—. No sé cómo no me fijé en ella antes.

—Eso es porque te fijas en todo lo que se mueve—el murmullo de Lector llegó a sus oídos con extrema facilidad, Frosch soltó una leve risa a pesar de no entender aquella broma. Sting frunció el ceño ante la ofensa, pero no dijo nada salvo un leve insulto que terminó por provocar una pelea entre ambos hermanos. 

Fue un día cotidiano y monótono, nada fuera de lo normal. Las clases fueron aburridas, Sting se quejaba varias veces al día de ello, en la hora del almuerzo Sting desapareció informando a Rogue que iba a hablar con Yukino, Rogue sonrió hasta que Sting desapareció del aula. Las clases volvieron a iniciar y Sting regresó, la gran sonrisa en sus labios le indicó a Rogue que todo había salido para Sting según lo había planeado. Aquella tarde continuó la rutina, para sorpresa de Rogue que llegó a creer que el rubio se escaparía con Yukino. Entre Sting y Rogue cocinaron algo, aunque Sting solía quemar las cosas debido a sus muchos despistes y Rogue se encargaba del material al fuego. Los dos menores estaban en el salón gritándole a la pantalla que mostraba el videojuego al que tan enganchados estaban, Rogue y Sting colocaron sobre la mesa todos los utensilios antes de llamar a los más pequeños para comer.

La casa se llenó de los gritos y alegres conversaciones del cuarteto, a pesar de ser huérfanos eran felices en aquella extraña familia. Sting y Lector eran hermanos de sangre, ambos habían conocido a sus padres que fallecieron hacía años tras un accidente, por su parte Rogue y Frosch no compartían un vínculo sanguíneo, tampoco habían conocido a sus padres debido a que fueron abandonados a los pocos años. Rogue se emancipó de la casa de menores cuando cumplió los quince años, teniendo la suerte de encontrarse con un familiar lejano que decidió hacerse cargo de él, sin embargo eso no evitó que Rogue comenzase a trabajar en una pequeña cafetería para ganarse la vida. Frosch es una niña que corrió la misma suerte que él y que decidió adoptar y cuidar como su hermana con el permiso de Skiadrum. Rogue sonrió ante el recuerdo de su primer encuentro con Sting, un encuentro cuando apenas tenían seis años en el parque cercano a la casa de menores a la que pertenecía Rogue. Se hicieron muy amigos, pero esa relación se perdió cuando tenían diez años y los padres de Sting fallecieron. La custodia del menor pasó a su tía, y Rogue no lo volvió a ver hasta los quince años, edad en la que ingresaron en el mismo instituto y Sting ya se había emancipado también. El rubio tuvo suerte de la gran herencia que su padre le había dejado y le permitía vivir sin la necesidad de trabajar.

Mi mejor amigo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora