Capítulo 14

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El día había llegado, y con él el constante nudo en el estómago de Hope. Irrumpir en las instalaciones de Éter para borrar todo rastro de Derek había sido arriesgado, pero introducirse en la propia vivienda de Alastair era un nivel superior.

Aunque Avery había sido bastante específico respecto a la crueldad desmesurada del Creador de Éter no podía imaginar cuales serían las consecuencias de que les atrapasen intentando robar sus armas. Probablemente la muerte era el pensamiento menos terrorífico que podía recorrer su mente.

Intentando mantener su cabeza alejada de aquellos pensamientos que la impedían seguir adelante, sacó del armario el vestido azul que había elegido el día de antes y unos preciosos zapatos que Elyse había decidido ir a buscar por su cuenta, ya que ninguno de los que disponía le resultaban lo suficientemente buenos para combinar con aquel maravilloso vestido.

Inspiraba por la nariz y expiraba por la boca, tratando de dejar salir sus preocupaciones al mismo tiempo que expulsaba el aire.

Aunque sus pulsaciones se habían calmado, la sensación de nerviosismo se mantenía en su cuerpo, fue entonces cuando se dio cuenta de que aquella sensación no provenía de ella misma, si no de Derek.

Se apresuró en vestirse y maquillarse y decidió ir a su habitación.

Golpeó con delicadeza la puerta y ésta no tardó en abrirse desde dentro. La visión que vio tras ella le sorprendió.

Derek vestía un traje negro y una camisa blanca, y sus ojos azules se hacían más evidentes que nunca, dándole un toque de color a su aspecto. Hope contuvo la respiración, estaba increíble.

Por otro lado, la reacción de Derek no fue muy distinta. Sus ojos se abrieron como platos al ver a la chica. Nunca había visto un ángel, ni siquiera creía que existiesen, pero si así fuese, sin duda lucirían como ella. Se perdió en la profundidad de sus ojos marrones y en el fuego de sus labios rojos, y fue incapaz de reaccionar.

–Estás increíble Derek –Hope le sonrió y cerró la puerta tras su paso.

–Tú... Vaya Hope... –no conseguía encontrar las palabras adecuadas–. Nada que ver con el día en que te conocí y te pusiste aquel feo pijama naranja de mi abuela.

–Supongo que gracias –la chica se rió ante la ocurrencia del muchacho y le abrazó con fuerza.

Fue cuanto menos curiosa la forma en que los nervios desaparecieron. Podían transmitirse cualquier tipo de sensación, y en aquel momento la tranquilidad de estar juntos fue lo único que sintieron en sus huesos.

La corbata de Derek colgaba de su cuello sin anudar y Hope supuso que el chico no sabía cómo hacerlo. Así pues, tras el abrazo, agarró ambos extremos de la prenda y realizó el nudo bajo la mirada intensa y fija de Derek.

–¿Todo bien? –preguntó Hope, que comenzaba a sentirse incómoda ante su intensa mirada.

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