Capítulo 2

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–Despierta –Hope escuchó una voz lejana retumbar en su cabeza. Era grave y dulce al mismo tiempo. Nunca antes había escuchado aquella voz. A juzgar por el matiz, parecía provenir de un chico joven.

Trató de abrir los ojos. Aquella sensación era como ser incapaz de despertar de una pesadilla, en la que la angustia te consume, y tu cuerpo no responde.

–¿Estás bien? –la misma voz parecía sonar más cercana.

Fue entonces cuando Hope recuperó el sentido. Consiguió abrir sus ojos con dificultad, tratando de adaptarse a la luz. Se hallaba tumbada sobre la acera de la misma calle por la que huía del encapuchado.

Tras recordar a su persecutor se incorporó sobresaltada.

–¡Vete!–gritó asustada–. ¡Coge mi móvil! ¡No llevo nada más de valor encima!

El chico la miró estupefacto.

Se encontraba a su lado, sobre sus rodillas. Parecía rondar los veinte años. Tenía el pelo negro y liso, con el flequillo cayendo sobre sus cejas, las cuales anunciaban una mirada triste de ojos azules, con un suave matiz verde, semejante a algas marinas.

–No voy a hacerte daño y no tengo intención de robarte –dijo el chico con voz pausada y la ceja arqueada–. Pasaba por aquí y te vi recostada en el suelo, sólo quería ayudar.

Aunque el corazón de Hope latía a un ritmo frenético, las palabras del muchacho parecieron calmarla. Fue entonces cuando pudo darse cuenta de que no se trataba de su

persecutor, ya que el chico de mirada triste vestía con una camiseta verde, y no había rastro de sudadera con capucha alguna.

–El chico encapuchado... –Hope comenzó a hablar de lo que había ocurrido– me estaba persiguiendo y... entonces caí en aquella alcantarilla.

–¿Aquella? –el chico preguntó desconcertado mientras señalaba a la alcantarilla en cuestión, que ahora se encontraba cerrada.

Hope asintió. Le dolía la cabeza, podía escuchar sus propios latidos retumbar dentro de ella.

–Cuando llegué estaba cerrada, y tú estabas aquí fuera –explicó el muchacho, mirando fijamente a los ojos marrones de Hope–. ¿Seguro que estás bien?

La chica volvió a asentir.

Aún sin estar muy convencido de la respuesta de Hope, trató de ayudarla a ponerse en pie.

–Me llamo Derek Rhodes –dijo una vez se habían incorporado.
–Hope Ward –respondió ésta, aún con su cabeza dando vueltas.
–Será mejor que te acompañe a casa Hope –habló Derek mientras se agachaba a recoger el móvil de la chica, que yacía en el suelo––. ¿Dónde vives?

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