4. El destino

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cuatro meses antes

Era un día caluroso de pleno julio, de esos en los que desearías estar todo el día metido en el agua o directamente morirte. La playa de Barcelona estaba a tope, y entre toda la gente se encontraban Raoul, Amaia y Miriam estirados en la toalla tomando el sol, mientras Nerea y Aitana jugaban en el agua.

-Bua, qué guapo es ese chico. –dijo Amaia, levantando la cabeza.

-¿Cuál? –preguntó Miriam, abriendo los ojos.

-Ese que está dos toallas más arriba de nosotros.

Miriam se giró disimuladamente.

-¿El del bañador verde?

-No el de al lado.

-¿El del mismo bañador?

-¿Qué? –preguntó Amaia, confusa.

-Que hay dos que llevan el mismo bañador.

-No. ¡Esos no! El de la toalla de al lado.

-¿Qué lado?

-A la izquierda de esos, Miriam.

-Cuando lo encuentre ya se habrá ido. –rió Raoul.

-Calla, idiota. –le ignoró. –Mira Miriam, el de los ojos verdes.

-¿Tú crees que le voy a ver el color de los ojos desde aquí?

-¿Porque no le decís que se levante y acabamos antes? –volvió a comentar Raoul.

-Tú sí que tendrías que levantarte a mirarlo. Además creo que le gustan los tíos.

-¿Y eso lo sabes porque?

-Porque antes has pasado por su lado y casi se le cae la baba. –soltó Amaia.

-Sí, seguro. –rió el chico, pero ni siquiera levantó la cabeza para ver de quién estaban hablando.

-Que sí, ve a decirle algo. –insistió Amaia.

-Paso.

-Así conseguirás novio. –bromeó Miriam.

-Que no quiero novio, pesadas.

-Bueno, pues algo.

-No quiero nada.

-Al final acabará bajándose una app de esas para ligar. –dijo Amaia.

-Cuando esté muy necesitado. –añadió Miriam.

-Y una mierda. –protestó Raoul.

-Ya veremos...

-Que no. –aseguró. –Esas apps son una mierda y hay gente súper rara. Paso.

-Oye, pero a veces si que encuentras gente que vale la pena. –dijo Amaia.

-Qué va. Que no. Prefiero ahogarme en el mar que bajarme esa mierda.

-Vale, vale. –rió Miriam. Cogió el spray de agua y lo pulverizó en su cara. –Pues ahógate.

presente

-Nerea, por favor. –le suplicó Amaia.

-¿Pero qué queréis hacer con su móvil? –les preguntó la pequeña.

-Nada. –dijo Miriam.

-Ya...

-Porfa, dinos la contraseña y te prometo que no haremos nada malo.

No Puede SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora