12. Palomitas caducadas (que en realidad no lo están)

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Habían pasado más de diez minutos y Miriam todavía no había vuelto ni había contestado a las más de veinte llamadas que le había hecho Amaia. Cada vez estaba más nerviosa, dando vueltas al lado del cuerpo inconsciente de la chica y tomándole el pulso varias veces para asegurarse de que seguía viva.

Por suerte la que sí que contestó fue Nerea, y con las indicaciones de Amaia, no tardaron en llegar ella, Aitana y Mimi.

-¿Qué ha pasado? –preguntó Nerea preocupada cuando la vieron.

-¿Y quién es esta? –preguntó Mimi, señalando a la chica del suelo.

-¿Está durmiendo? –preguntó Aitana. -¿O le ha dado un chungo? Está viva, ¿no?

-Sí, le he tomado el pulso varias veces. –dijo Amaia, mientras se metía detrás de un coche.

-¿Pero dónde vas? –preguntó Mimi.

-A mear. –dijo la chica, mientras se bajaba los pantalones.

-¿Pero dónde está Miriam? –preguntó Nerea. -¿Y qué coño ha pasado?

Amaia se quedó en silencio mientras meaba, con la horrible imagen en su mente de aquel tío encima de la chica, y sacudió la cabeza para intentar borrarla. Se subió las bragas y los pantalones y volvió junto a sus amigas.

-¿Amaia? –preguntó Aitana, cuidadosamente.

-Había un tío intentando violarla.

A las tres les cambió la cara de golpe, horrorizándose enseguida.

-¿Qué? –dijo Mimi.

-Cuando hemos llegado le estaba quitando las bragas y tenía el pantalón desabrochado y... –se le empañaron los ojos de lágrimas. –Y cuando nos vio se echó a correr y Miriam fue detrás suyo y todavía no ha vuelto.

-¿Cómo que Miriam fue detrás suyo? –preguntó Aitana, alarmada.

Amaia rompió a llorar entonces, y Nerea corrió a abrazarla.

-¡Que se ha ido persiguiendo a un puto violador! –gritó, entre sollozos. -¿Y si le pasa algo? Si le pasa algo me muero.

-No le va a pasar nada. –intentó calmarla Mimi. –Miriam se sabe defender. El que tendría que tener miedo es el cabrón ese, que como Miriam lo pille lo mata.

-Pues peor aún. ¡Le echarán la culpa y no servirá de nada decir que es un violador porque encima no hay ni pruebas!

-¿Has intentado llamarla? –preguntó Aitana.

-Sí, muchas veces, pero no lo coge.

Mimi se acercó a la chica y le tomó el pulso.

-Chicas, hay que llamar a una ambulancia, a saber lo que le ha pasado.

Nerea enseguida sacó el móvil y llamó.

-El tío le ha metido algo en la bebida. –dijo Amaia, secándose las lágrimas. –Me pareció verlo antes, pero no estaba segura y...

-Eh, tranquila. –Aitana le acarició el brazo. –Tranquila.

Se sentaron en el suelo alrededor de la chica, y Mimi la movió un poco, poniendo la cabeza de la desconocida en su regazo y apartándole el pelo de la cara. Era muy guapa. Su pelo era color caoba y le llegaba a la altura de los hombros, su piel clara con pequeñas pequitas alrededor de la nariz, los labios redondos y carnosos con el carmín rojizo un poco corrido. Por un momento tuvo miedo de no descubrir nunca cual era el color de sus ojos. Inconscientemente le empezó a acariciar la cara, y la chica se removía de vez en cuando, pero en ningún momento abrió los ojos ni dijo nada.

No Puede SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora