2.Calabazas para todas

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-No voy.

-Y una mierda que no vas. –dijo Miriam.

-¿Pero tú me has visto? –se quejó Raoul.

-Pero si no es para tanto. –dijo Mireya, intentando quitarle importancia. –Solo llevas una camisa.

-Una camisa que no llevaría en mi vida.

-Pues entonces devuélvesela a Ricky. –dijo Nerea, indignada. –Encima que te la deja y todo...

-Se lo agradezco mucho, pero me queda horrible.

-¡Pero es que tienes que llevar el hacha para que se entienda el disfraz! –se quejó de nuevo Nerea.

-Que no voy con eso, joder. –rebufó Raoul. –Me quedo en casa y punto.

-No, no, no. –negó Miriam con el dedo. –Todas damos pena, pero todas vamos. Así que venga, coge la mierda esa de plástico y marchando.

Se encontraron con Alfred, Aitana y Amaia delante del local. A Raoul casi se le cae la boca al suelo cuando vio el disfraz del otro chico.

-¿Vas de gato? –preguntó, aguantándose una carcajada.

-Sí, de gato negro ¿te gusta mi cola? –preguntó, pegándole en la pierna con ella.

Raoul no pudo aguantar más la risa y soltó una carcajada, acompañado de todas las demás.

-Pues a mi me parece adorable. –comentó Nerea, que era quien le había dado la idea del disfraz, ya que Amaia iba de bruja.

-Mucho os reís, pero el que va a ligar esta noche soy yo. –dijo el moreno, indignado.

A Raoul se le cortó la risa de golpe cuando vio aparecer por la esquina a Agoney acompañado de una chica. Todavía no le había visto de cerca y ya podía asegurar que estaba guapísimo. Como siempre, vaya. Y como para variar, Raoul se ahogó con la risa que moría en sus labios, reemplazándola con un ataque de tos.

-¡Pero que la pasa a este señor! –exclamó Miriam, mientras le daba palmadas en las espalda. –Siempre tosiendo.

Cuando Raoul se recompuso, Agoney estaba justo en frente de él. Iba disfrazado de vampiro, con unos vaqueros negros, una camiseta negra, botas negras y una capa. No era nada del otro mundo, aunque a él aquella ropa le quedaba espectacular. Pero lo mejor fue cuando le miró la cara y vio que, a parte de llevar una base de maquillaje bastante pálida y sangre en las comisuras de los labios, llevaba puto eyeliner. Lo que hacía que resaltaran más sus ojos castaños y sus largas pestañas.

Se dio cuenta de que llevaba demasiado rato mirándole y apartó la vista a la chica que lo acompañaba, que a su vez no dejaba de mirar a Miriam.

-¿Miriam? –dijo, acercándose a ella.

La gallega se giró, extrañada.

-¡Coño, Mimi! –exclamó Miriam, sorprendida.

Las dos chicas se fundieron en un efusivo abrazo mientras todos los demás las miraban extrañados.

-¿Se conocen? –preguntó Agoney.

-Vamos juntas a teatro. –le respondió Mimi.

-Tía, pues después viene Ricky también.

-The holy trinity. –bromeó la granadina.

-¡Yass!

-¿Y tú de que vas? –le preguntó Agoney al rubio, pillándole por sorpresa.

No Puede SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora