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De vez en cuando Matilde lo recuerda, trata de no pensar en aquello ya han pasado casi 5 años, pero viene a su mente, cómo una puñalada en el pecho, un sentimiento de asco y vergüenza.

Se recuerda a ella parada en medio de la pista lo suficientemente borracha como para a penas poder mantenerse en pie, lo recuerda a él siguiéndole cada paso.

—No me siento muy bien.—Balbuceó Matilde buscando a sus amigas con la mirada.—

—Salgamos a tomar aire te hará bien. —El otro la toma por la cintura llevándose la poca estabilidad del cuerpo de la joven y la arrastra hacia el exterior detras de unos baños.—

Matilde recuerda el resto casi con lujo de detalle, recuerda las manos apretando su cuerpo, recorriendola. Recuerda batallar, y recibir una mano en su cuello asfixiandola, recuerda la lengua ajena en su oreja y como le susurran que pronto le va a encantar, que se quede quieta o le va a doler. Recuerda la tosca mano meterse en sus pantalones y sentir dolor. Recuerda ser forzada a meter las propias en los ajenos. Recuerda llorar tan fuerte como puede. Recuerda su pequeño sostén ser desabrochado. Recuerda ser llamada puta, zorra, maraca. Recuerda sentir sus pantalones ser bajados, gritar muy fuerte y gente acercándose.

—¡Maraca culiá quédate callada un rato!—Recuerda la mano en su cuello nuevamente.—¡Por la mierda! No me puedo tirar a una hueona tan gritona.

Recuerda mirarlo desde el suelo mientras se aleja, recuerda arrastarse un poco hasta la pared y levantarse con dolor. Camina hasta el baño y lo cierra con llave, se mira en el espejo, está llena de mocos, sus labios hinchados, su pantalón manchado con algo biscoso en la parte trasera. Vómita. Abrocha todo con rapidez, se limpia y arregla lo más que puede, se abrocha el sostén. Alguien golpea. Se asusta.

—Mati, somos nosotras Felix dijo que estabas aquí ¿La pasaste bien? —Gritan sus amigas a través de la puerta, siente náuseas de nuevo. Una arcada. Se acerca rápidamente a la puerta y la abre.—

—Intentó tener sexo conmigo, yo no quería.—Murmuró Matilde avergonzada, queriendo llorar otra vez.—

—Pero hueona ¿por qué no lo dejaste, quien más te va a pescar si andai así de perna? —Matilde siente vergüenza y asiente, sus amigas le entregan sus cosas.—

—Creo que me iré, no me siento bien.—Murmura esperando que la dejen tranquila.

—Obvio que te vas a sentir como la mierda si te tomaste todo lo que te dimos.

Llama a su padre y llora en el camino de vuelta, su progenitor no parece notarlo y su madre tampoco. Nadie parece notar como Matilde pasa dos horas en la ducha al día siguiente. Nadie nunca nota todas las noches sin dormir, nadie se explica por qué de pronto Matilde tirita cuando la tocan sus amigos. Ni siquiera Camilla, la persona en quien más confía parece notar la mentira contada. Y Matilde se alegra, porque no quiere que nadie sepa, no quiere que jamás nadie le repita esas palabras.

No es hasta años más tarde que Matilde acepta que no fue su culpa y cuenta la historia.

Matilde y otras farsas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora