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Eran cantos de revolución los que se escuchaban en el pecho de Matilde. Una pequeña canción que llevaba en la sangre, una sed de justicia que había heredado de su padre.

Los ojos le ardían inyectados en sangre, sus pulmones llenos de gas pimienta, a penas podía mantener el aliento, pero sus piernas corrian por la universidad, sintiéndose más viva que nunca, tarareando gritos con sabor a cambio.

Matilde y otras farsas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora