Su corazón era un lugar complejo de describir para ella, siempre habían al menos dos personas dentro de él. Estaba enamorada del amor, de la idea de recibir atención, de ser amaba y cuidada, no sabía si quería relaciones serias porque le aterraba apegarse a la gente y después salir lastimada con su partida como en algún momento pasó con Angela y algunas otras personas que pasaron por su vida dejando huella. Pero tampoco quería algo abierto que diera la posibilidad a Matilde de sentirse descuidada y con miedo. a veces Matilde ni siquiera creía que era algo sexual, ella siempre se enamoraba de todos los que las trataban bien. Pero habían un par de enamoramientos que la ponían al borde, siempre sucedían en sus peores momentos, cuando estaba en sus momentos más vulnerables y necesitaba mayor cuidado. Quizá así se había vuelto su pequeño crush por Matías... Matías, Matías, Matías, era lo único que llenaba la mente de Matilde, su aroma masculino, su mentón firme y liso, dándole la perfecta forma de figura masculina. Sus manos largas y delgadas surcadas de ocasionales venas que le daban el aire de escultura griega, su pecho delgado y su cintura marcada, que le daba un toque delicado a toda su figura. Matilde podía hablar y pensar horas en Matías, la expresión sería de su rostro, su sonrisa blanca y luminosa, el cómo la hacía sentir.
Quería que Matías la mirara, quería revivir los momentos en que Matilde lo observaba tocar guitarra mientras le acariciaba el pelo, quedando impregnado el aroma frutal de su cabello en sus manos y ropa, quería volver a besarlo y tocarlo. Quería una sola última oportunidad de tenerlo, por una noche. Sabía que tenía futuro con aquella chica, ella era igual de perfecta que él, al menos para Matilde.
Quizá debía acostumbrarse a que el mayor jamás mirara en su dirección, quizá debía quitarse de una vez por todas la ilusión de que él la notara.De todas formas era lo más sano para ambos.
