12 Diario del Muro

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Niko

Dejé la hoja sobre la mesa en donde estaba la vela y tomé el pequeño libro al que también tenía planeado leer.

Tenía una especie de cubierta de cuero negro.

Anteriormente dije que era pequeño pero me retracto, era pequeñísimo, más pequeño que la palma de mí mano.

Abrí el libro. Las primeras páginas habían sido arrancadas. Hojié todo el libro (sin leerlo pospuesto).

Entre las páginas del final encontré una hoja de árbol seca pegada junto con unas palabras debajo de ésta "Siempre tuya como las hojas caídas son del otoño".

Ese enunciado me pareció bastante cursi y no sabía que decir o que pensar. Lo único que sabía era que la letra con la que estaba escrito era muy bonita.

Volví a la primera página legible y comenzé a leer. A leer la última parte de la vida de un ser humano que vivió en el exterior y que nosotros habíamos asesinado en el bosque.

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