Capítulo 8

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Lazos familiares

Tom se encuentra frente una puerta de madera oscura conocida para él. En diversas ocasiones terminó en ese lugar, mayormente por los problemas o desastres inexplicables que le eran adjuntados.

La palabra "Dirección" se lee resaltando en la placa dorada.

Sus nudillos rozan con la mullida madera dando tres ligeros golpes. Es diferente el tener que hacer aquello cuando en su sala común solo debía resolver un acertijo.

—Adelante.

Tom se inclina tomando la perilla entre sus dedos girándola para empujar la puerta

Entra a la habitación; es grande pero muy muggle. Hay un escritorio café oscuro, dos sillas de apariencia antigua aguardan ansiosas por parejas interesadas en adoptar, las paredes están cubiertas de un suave tapiz color crema y algunos cuadros adornándole como decoración buscando transmitir vagamente tranquilidad. Nada se mueve o habla como en la oficina del Director Dumbledore.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudar-?—la mujer sentada detrás del escritorio alza mirada notando al infante con 12 años parado a un lado de las sillas.

—Buenos días, señora Cole.

—Tom—su tono cambia por uno despectivo mirándole como a un molesto bicho—. ¿Qué hiciste ahora?

—Señora Cole, déjeme felicitarle, el lugar le sienta bien—empieza con voz aterciopelada aunque en tal mujer sus encantos se ven obsoletos—. Complementa su apariencia amargada.

—Tuve la esperanza de deshacerme de ti solo un poco más—agacha la cabeza provocando el deslizamiento de sus lentes hasta el puente de la nariz conforme lleva la taza de su café a sus labios—. Uh, sabe horrible.

—Yo también, Sra.—responde, sincero. Ignorando el comentario. La directoria del orfanato le obsequia una mirada desaprobadora.

—Cuando el Director Dumbledore llegó con la intención de verte pensé haberme librado de ti. Aunque como notas no puedo arruinar la vida de los demás—expresa con ese tono de compasión que irrita al menor.

No la puedes matar. No la puedes matar. No la mates.

No necesita el recordatorio de como cada que alguien se interesaba en él y quería sacarlo de ese infierno, intervenían advirtiendo y espantando a las parejas.

«El chico es raro, ha habido incidentes con los otros niños sobre cosas que suceden a su alrededor, cosas raras e inexplicables.»

—Lo hago por tu bien, Tom—continúa en ese tono lastimero.

—¿El mío o el de ellos?—encara.

—El me dijo antes de irse que eras un mago. Al principio creí que estaba loco—hace una mueca, ignorando la anterior pregunta—Un mago.¡Ja! Pero después no fue tan difícil de creer. Le permití llevarte, claro, ¿cómo desperdiciar tal oportunidad? Pero solo yo lo sabría—termina, sonriendo socarrona arrugando su rostro. En realidad la señora Cole no era tan vieja pero aquel trabajo le cobraba factura. En este caso con su juventud—¿Quieres saber que le dije cuando me comunicó que vendrías en los veranos?

—En realidad no, Sra. Cole—manifiesta, parado todavía frente al escritorio sin moverse ni un solo centímetro—Aunque sospecho me lo dirá. ¿La pregunta es acaso, por mera cordialidad?

Mini Señor OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora