| Capítulo 7 |

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"Conociendo la aldea"

Iba caminando por la aldea, no tengo otra cosa que hacer... ah no, espera... ya me acordé que iba a hacer, je je.

Había ido a comprar una libreta cosida mediana y bolígrafos: negro, azul y rojo. No hay de otros colores. Caminé por las calles de Konoha, vi unos rostros grandes. Vamo' a ver que es.

Paso, paso, paso. Derecha, izquierda derecha, izquierda. Lo de siempre. Pero ¿qué era lo que hacía buena la caminata? La soledad. Tenía mucho tiempo de no caminar tranquilamente, pero... paré. En seco. ¡Demonios!

Retomé el andar.

¡Camina! --era lo único que se escuchaba en mi mentey poco a poco aumenté la velocidad. Y cuando visualice a lo lejos un cuerpo de gran volumen y altura, ¡llegué!, con la respiración agitada pero ya no tenía la ansiedad que me había dado minutos atrás. En menús de 5 minutos había subido a la cima de aquel cuerpo de enorme tamaño que yo había visto desde la altura de las casas de la aldea.

Ejem, 'toy en un monumento... nah... ¡yolo! Me fui a sentar en la tierra a unos 3 metros de distancia de la orilla del ¿cerro? ¿montaña? Lo que sea. El lugar en donde estaba.

Me senté y me dispuse a escribir todo lo que recientemente --desde hace más de mes y medio-- he vivido. Sí, escribir un diario. Pero ya después de un rato de escribir, me aburrí. Ya había escrito todo. ¡TODO! ¡¿Qué hago?!

Me encaminé rumbo a una tienda que estaba allí cerca. Pregunté la hora. Diez cuarenta y cinco de la mañana. ¿Qué hago? No he ido con Saru. ¡Ya no quiero caminar!

NI MODO. Tendré que ir aunque me de flojera. Rumbo a la torre, pude apreciar aún más la aldea. Pude apreciar su gente. Gente que iba y venía a mis costados, haciendo sus pendientes o yendo hacia ellos. Había algunas que otras personas platicando alegre y gustosamente. Había una que no quería hablar con la vecina de quizás, de a un lado de su vivienda. Pero al parecer es tan buena actriz que con la señora de pelo canoso no se ha dado cuenta de que con la mujer con la que hablaba, no quería relacionarse con ella, al menos no en ese instante. Pero al pasar por aquella calle también pude notar que la mayoría de todas esas personas que llegué a visualizar se me quedaban viendo. Quizás sea porque me cubro el rostro. Quizás sea porque utilizo ropa oscura para vestir. O por la forma de arreglarme: trenzas pegadas al costado izquierdo de mi cabeza, y lo suelto de mi pelo era lacio; delineado de ojos como asiática.

Mientras que las personas que se me quedaban viendo con aires de indiferencia, me acomodé un poco el cabello suelto que caí por enfrente de mí rostro ocultando a la vista mi ojo derecho. Esa acción hizo que varias personas hablaran disimulando que no dicen nada. No me importó lo que hicieran ya que es normal que cualquier persona juzgue y se cuestione por lo que llegué a ver.

Y después de haber tomado el camino largo hacia la torre Hokage, subí las escaleras dentro de este edificio y al llegar a la puerta de la oficina principal, di 3 golpecitos, en señal de que pedía permiso para entrar.

-- Pase. --obedecí.

-- Hola. --dije mientras entraba y cerraba la puerta de la oficina.

-- Hola. ¿Cómo estás? ¿Qué tal el departamento?

-- Muy bueno. Ayer llegaron los muebles.

-- Qué bien. --dijo sin despegar la vista de su trabajo.

-- Oye, no sé que hacer. Ya terminé mis deberes.

-- Ponte a leer.

-- No me apetece.

-- Haz ejercicio.

A Él Lo SoñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora