0. Prólogo

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-¡EGOISTAS! – Les gritaba a mis padres - ¡SOIS UNOS MALDITOS EGOISTAS! – Estaba al borde de las lágrimas - ¿Cómo podéis hacerme esto? – susurré.

-Nos han dado el trabajo, Lucía – la voz de mi padre sonaba cansada - ¿Sabes cuánto hemos luchado tu madre y yo por él? – me preguntó.

-Yo no os pedí que lucharais – escupí. Las lágrimas empezaron a salir. Sabía que mi comportamiento era típico de una cría malcriada, pero me acababan de dar la peor noticia de mi vida. ¿Acaso creían que me lo tomaría bien? Yo no sé en qué cabeza cabe que te tengas que ir a vivir a Londres, teniendo un nivel de inglés entre el cinco pelado y el tres, justo a mediados de verano, y sabiendo que no volverás a ver a tus amigas en mucho tiempo….

¡Y SE SUPONE QUE ME LO TENGO QUE TOMAR BIEN!

-Cuando cumplas los dieciocho si quieres volver no te lo impediremos; Pero mientras, harás lo que nosotros digamos – el tono de mi madre era el mismo que el de mi padre, neutro.

Sé que en el fondo ellos lo estaban pasando tan mal como yo; Ambos llevaban ya casi dos años en paro, recibiendo ayuda por parte de mis abuelos maternos y haciendo malabares con lo poco que les pagaban de paro.

Aquella oportunidad de trabajo que les habían ofrecido era única para ellos. Yo era muy consciente de ello, y de lo injusta que estaba siendo. La única egoísta aquí era yo, pero en ese preciso instante no era capad de darme cuenta.

No hubo más discusiones sobre el tema. No me dejaron discutir más. Ni siquiera mis sonoros portazos de indignación funcionaron.

Los seis meses que me dejaron de margen para irnos intenté disfrutarlos a tope. No paraba en casa, pasaba los días enteros con mis amigas, aunque fuese estudiando; Tenía que aprovechar cada segundo que me quedaba.

Y fueron durante esos seis meses en los que me dediqué a gastarme los ahorros de toda una vida en comprar todo lo que, según San Google, no podría encontrar en Londres. Cosas como, por ejemplo, compresas; Llené dos carros de la compra solo con compresas. Según algunas usuarias de Ask, las compresas de allí eran más molestas, y no me quise arriesgar.

También compre muchos embutidos (como los de España, en ningún sitio), pero con estos tuve un pequeño problema en el aeropuerto…

La verdad es que la situación no pudo ser más ridícula; Un funcionario de aduanas sacó un lomo embuchado y un queso de tetilla de MI maleta, mientras el resto de pasajeros que esperaba detrás nuestra nos miraban expectantes.

¡Menos mal que el resto de los embutidos los metí con las cajas de la mudanza!, pensé en ese momento.

Mi madre se cubría la cara con las manos, mi padre discutía con uno de los guardias y yo simplemente estaba roja. Después en el avión mis padres y yo nos partimos el culo rememorando lo sucedido.

¿A vosotros nunca os ha pasado eso? A mí me suele pasar muchísimo; Cuando pasan situaciones extrañas y no sabes que hacer, después, cuando las recuerdas, te ríes de ellas.

El viaje no fue muy largo. Fueron tres horas de avión que me pasé masticando chicle. Soy de esas personas sensibles que en los viajes de avión se le taponan los oídos y están sordos durante uno o dos días. Bien, pues para que no me ocurriese eso, me dedique a masticar chicle esas tres horas. Cuando aterrizamos, tenía la mandíbula destrozada.

Mi casa estaba situada en una zona residencial a las afueras, en el culo de Londres. Era algo así como una urbanización de ricos, o de gente alérgica a la vida social.

A ver, no me malinterpretéis: tanto la urbanización como la casa eran preciosas, pero para mí todo va a ser una mierda hasta que me acostumbre a ello.

Me pateé la casa entera en busca de la mejor habitación (más grande, mejor iluminada, etc) y ninguna acaba de convencerme. La casa tenía dos pisos, cuatro habitaciones, la cocina, dos baños, despensa, el sótano y la buhardilla; A mí ya solo me faltaba por ver esta última.

La entrada a esta era una puerta al fondo del pasillo, con unas escaleras detrás de ella que ascendían. La verdad, me picaba bastante la curiosidad. Subí con rapidez, saltando los escalones de dos en dos, y me quedé maravillada por lo que me encontré.

Yo creo que fue amor a primera vista.

Aquello era más grande que el propio salón. Podría meter hasta dos sofás con tele incluida. Bueno, esto último cuando mi padre empiece a cobrar, porque ahora estamos bastante pelados; Todo el dinero que hemos gastado para llegar aquí ha sido un adelanto por parte de su jefe.

-¡MAMAAA! – Grité.

Ella subió corriendo a la buhardilla, con cara de preocupación.

-¿Qué pasa? ¿Has visto una rata?

-No, no, no – le respondí. Puse mi mejor sonrisa – He decidido que quiero dormir aquí.

-¿Aquí?  – Me preguntó desconcertada - ¿Hay cuatro habitaciones para dormir y decides dormir aquí? – estaba a punto de echarse a reír.

-Dijisteis que podía elegir la que yo quisiera… y quiero esta – Sentencié.

-Pues a ver cómo le dices a los de la mudanza que suban tus cosas hasta aquí… - Su tono era divertido, aunque en el fondo estuviese agobiada bastante agobiada con todo el tema del traslado.

Hogar, dulce hogar.

Londres no es para mí (One Direction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora