¿Alguna vez había oído algo más hermoso, más dolorosamente perfecto? La pequeña se cogió a los reposabrazos y clavó los dedos en el terciopelo mientras las notas calaban en sus huesos, arrastrando a María José a su paso como una ola. La melodía la hacía pedazos y luego volvía a unirlos solo para volver a quebrarla una y otra vez. Así de perfecta llega a ser la música.
Y por fin el clímax, la alianza de todos los sonidos que más la habían cautivado amplificados hasta destellar en la eternidad. Cuando la última nota vibró, Poché se hizo polvo con un sollozo que hizo rodar lágrimas por sus mejillas. No le importó que la vieran. Luego, silencio.
Jamás el silencio le había parecido tan aterrador. El silencio la trajo de vuelta el mundo que la rodeaba. El público prorrumpió en aplausos y María José se puso en pie, llorando mientras aplaudía hasta que le punzaron las manos de dolor.
.- Vaya María José, no sabía que conservaras algún rastro de emoción humana —le susurró Lucy inclinada hacia ella—. Tampoco ha sido para tanto.
Calle agarró el respaldo del asiento de la cortesana.
—Cállate, Lucy.
Gerard hizo chasquear la lengua a modo de advertencia, pero Poché hizo caso omiso, aun cuando la réplica de Daniela la había emocionado un poco. La ovación se prolongó un buen rato mientras los bailarines salían de detrás del telón una y otra vez para saludar. Cuando se acordó de mirar a Johann, el balcón que había ocupado el hombre estaba vacío.
Gerard, Calle y Lucy se marcharon también mucho antes de que Poché hubiera acabado de aplaudir. Cuando por fin se cansó, se quedó allí, mirando la cortina echada sobre el escenario, observando cómo los músicos guardaban los instrumentos.
Fue la última en abandonar el teatro.
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Aquella noche había otra fiesta, una dedicada a Lucy y su Gran Señora Aida. Afortunadamente se celebraba en uno de los salones de la mansión, pero las risas y la música ahogaban toda el segundo piso. Gerard había invitado a Poché, pero a ella lo último que deseaba era ver cómo Gerard, Calle y cualquiera que estuviera presente halagaban demás a Lucy. De modo que se disculpó diciéndole que necesitaba dormir.
Sin embargo, no estaba cansada, ni mucho menos. Tal vez fatigada emocionalmente, pero solo eran las diez y media, y la idea de quitarse el vestido y meterse en la cama la deprimía. Había entrenado con los mejores golpeadores, había liberado esclavos, se ganó la confianza del maestro que la instruyó y era la mejor del Pelotón de Wyrd. Seguro que podía hacer algo mejor que irse a dormir.
Se deslizó secretamente a una de las salas de música, donde apenas llegaba alguna carcajada perdida de vez en cuando. Los demás se habían unido a la fiesta o bien andaban por ahí en alguna misión. María José levantó la tapa del piano con tanto sigilo que solo se oyó el roce de su vestido.
Había aprendido a tocar a los diez años —cuando Gerard le había ordenado que se instruyera en al menos alguna otra habilidad que no fuera matar— y aunque ya no tomaba clases, tocaba cada vez que tenía unos minutos libres.
Empezó a tararear una canción que amaba, Love me like you do de Ellie Goulding y a su vez unas hermosas notas salían de aquel antiguo piano blanco. Empezó a recordar cuando era una niña, a su hermana, lo poco que recordaba de su madre y así, poco a poco, lágrimas nuevamente comenzaron anegar sus mejillas. No se dio cuenta que Daniela estaba detrás de ella.
.- Fading in, fading out
On the edge of paradise...María José se sobresaltó un poco, pero eso no evito que dejara de tocar y siguió cantando mientras Daniela la acompañaba.
.- Every inch of your skin
Is a holy grail I've got to find
Only you can set my heart on fire, on fire...
Aquel momento era casi mágico, ambas olvidaron por un segundo por qué estaban ahí, en esa casa, trabajando para el mayor asesino de Colombia. En algún punto de la canción Poché, inconscientemente perdida en la voz de Calle, se equivocó.
.- Debe darte algo de rabia no poder tocarlo tan cual quieres ¿no?
.- No puedo ser la mejor en todo ¿sabes? –Replicó Poché- no sería justo para los demás ¿verdad? -Daniela se mordió el labio-.
.- ¿Por qué no has seguido a Johann al salir del teatro?
.-Algunas cosas son más importantes que la muerte. -Daniela parpadeó-.
.- Ya lo sé.
Poché intentó no agitarse inquieta cuando ella le sostuvo la mirada. Sabía que Calle le había lanzado una indirecta, pero no sabía cuál.
Ambas callaron y prefirieron dejar las cosas de ese tamaño. Solo se miraban cuando la más pequeña empezaba alguna melodía conocida y Daniela la cantaba. Cuando el reloj dio las doce, Poché se excusó que ya era tarde y se fue a su habitación, dejando a Calle ahí, intentando reprimir sus impulsos de robarle, no uno, si no muchos besos más como los de esa mañana.
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La rosa en la guerra. (Caché)
Fanfiction¿Que pasará cuando dos personas, después de años sin verse, se tengan de frente otra vez? María José Garzón, veintidós años, hermosa, tenaz y valiente. Con un pasado que prefiere mantener oculto. O eso pensaba ella. Daniela Calle, veintitrés años...