Capítulo trece.

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.- Estás muy hermosa, más de lo que recuerdo ¿A dónde fuiste tanto tiempo?

.- Cosas de trabajo, Mario

Ya Poché había olvidado por completo aquel chico. Antes de irse, Mario intentó de todas las formas conquistar a María José y al parecer no había dejado atrás ese afán.

.- ¿Quieres bailar, bonita? —Mario había tomado a la chica de la cintura mientras la atraía a la pista de baile

.- No, yo...

En ese momento Calle llegaba y tomaba a Mario de la mano quitándola del cuerpo de Poché.

.- Gerard quiere verte, ahora. —La más alta tomó a Poché de la mano y la llevo hasta donde se encontraba Gerard, dejando a Mario muy confundido

.- ¿Celosa, Calle?

.- ¿Celos? ¿Del cretino de Mario? Por favor Poché.

Poché prefirió no seguir molestando a Calle y tomada del brazo de la más alta, bajó por la escalinata que conducía a la estancia. Con su traje negro, Gerard ofrecía una estampa deslumbrante cuando se ladeó ante Paula Galindo y le besó la mano.

La mujer lo miró con unos ojos oscuros e inteligentes y una atractiva sonrisa en los labios.

.- Paula —ronroneó Gerard, volviéndose para indicarle a Poché que se aproximara—. Permíteme que te presente a mi hermosa sobrina, María José, y a mi pupila, Daniela.

Su sobrina. Gerard todo el tiempo contaba el mismo cuento chino, cada vez que frecuentaban alguna reunión. Calle se inclinó y Poché le tomo la mano. Galindo entrecerró los ojos, dando a entender que sabía muy bien que la chica no era sobrina del asesino. Ella intentó no incomodarse. Nunca le había agradado conocer a los clientes en persona; prefería que su tutor hiciera los negocios.

.- Un placer, querida —saludó la mujer a Poché. Luego le hizo una reverencia a Calle—. Son las dos maravillosas, Gerard. ¿Me acompañas? —Le dijo al Verdugo, y Gerard le ofreció el codo—.

Gerard miró por encima del hombro y sonrió a Poché con soltura.

.- Procura no meterte en muchos problemas.

A continuación, la multitud se tragó a la pareja. Las dos chicas se quedaron solas al pie de las escaleras.

.- ¿Y ahora? —murmuró Daniela, que seguía mirando el sitio por donde había desaparecido la pareja —. ¿Has visto a Johann por ahí?

La reunión se llevaría a cabo dentro de solo tres días; en su estudio del piso superior. Pero

¿A qué hora? Era esa era la información que Poché debía obtener, y aquella fiesta le brindaba una ocasión única para averiguarla.

.- Está junto a la segunda columna —señaló Poché con la mirada fija en la multitud—.

Johann se dirigía a una de las salitas privadas reservadas para los invitados más distinguidos de la ciudad. Acompañado de su bestial guardaespaldas, se sentó en uno de los sillones de cuero negro y al dejarse caer, unas cuatro chicas vestidas tan solo con un corsé y ropa interior se deslizaron a su lado, con grandes sonrisas pintadas en la cara.

.- Mira qué bien está —murmuró Calle—. Me pregunto cuánto se habrá llevado Aida por esta fiesta.

De modo que de ahí provenían las chicas... Poché esperaba que Lucy no anduviese por allí cerca.

Johann, que ya había rodeado con el brazo los hombros desnudos de una de las jóvenes, no se molestó siquiera en dar las gracias a un mesero que terminaba de dejar un vino espumoso en su mesa. La muchacha no podía tener más de veintidós años. A la pequeña no le sorprendía que aquel hombre se sintiese fascinado por el negocio del tráfico de personas; y que estuviese dispuesto a dar al traste a sus enemigos para asegurarse el éxito de sus planes.

.- Tengo el presentimiento de que no se moverá de ahí en toda la noche —comentó Poché—.

Se volvió a mirar a Calle, que parecía contrariada. La chica siempre había sentido una mezcla de piedad y cordialidad por las cortesanas; y un odio cruel por sus clientes. Su madre no había acabado bien. Quizás por eso Daniela toleraba a la impertinente Lucy y a sus desabridas compañeras.

.- No puedo ni imaginar cuánto habrá costado la realización de una fiesta así. —Calle estaba tan cerca de Poché que el aliento de la chica le rozó la mejilla—.

A María José la intrigaba más saber cuánto estaba dispuesta a pagar la anfitriona por mantener a su ex marido distraído. Aunque la cómoda estancia de Johann procuraba ser privada, él se estaba exhibiendo. Y a juzgar por las botellas de vino que se empezaron acumular en la mesita baja, era evidente que no pensaba levantarse de allí en toda la noche.

Por lo que parecía, apenas hablaba con otros hombres. Por otra parte, ¿quién decía que su socio era un varón? Quizás fuera una mujer. O una cortesana.

Johann había empezado a pasar la mano por el muslo desnudo de la chica. Ahora bien, si ese estaba asociado con una cortesana, ¿por qué esperar tres días a intercambiar documentaciones? Tal vez fuese una de las chicas de Aida. O la propia Aida.

.- ¿Crees que esta noche se va a encontrar con su cómplice? —preguntó Calle. Poché se volvió a mirarla—.

.- No lo creo. Tengo el presentimiento de que no es tan idiota como para hacer negocios aquí. Aparte de con Aida, claro está.

El rostro de Calle se ensombreció.

"Si a nuestro querido Johann le gusta la compañía femenina, bien, eso cae perfecto en mi plan."

Poché empezó a abrirse paso entre el gentío.

.- Hey espera ¿qué haces? —Le preguntó Calle siguiéndola a duras penas—.

Apartando a la gente para acercarse a la pieza, la pequeña la miró por encima del hombro.

.- Suéltame, no me sigas —le dijo a la más alta, pero no con rudeza—. Voy a intentar algo que tengo en mente. Tú quédate aquí. Yo bajaré una vez que termine.

Daniela se la quedó mirando un segundo. Luego asintió. Poché exhaló hondo por la nariz mientras subía los escalones que conducían a la alcoba elevada en la que Johann estaba sentado.

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La rosa en la guerra. (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora