Capítulo 6

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Breve salto en el tiempo a la mitad*
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Un temeroso Eren intentaba pasar desapercibido entre la multitud de estudiantes. Esperaba salir victorioso y no tener que encontrarse con Levi, pero la suerte nunca ha estado de su lado y parece ser que nunca lo estará.

—Ya te vi —escuchó la conocida y espeluznante (según su parecer) voz de ultratumba de un pequeño acosador.

—Tengo cosas qué hacer —le dijo de prisa, pasando los obstáculos humanos hasta llegar casi a la esquina de la cuadra.

—Te acompaño.

—Voy a cagar.

—¿Quieres que te abra la puerta?

—¡Basta! —Bramó molesto, girándose de inmediato para apuntarle y alejarse cual ente indeseado—. Ya le dije que no quiero nada de usted.

—Y yo lo quiero todo contigo.

Eren bufó frustrado.

—En primer lugar, no sé qué rayos ve en mi. ¿No éramos enemigos, cuándo cambió eso? Me asusta pensar que es un sádico.

—No lo soy, no te voy a pegar. Pasaron circunstancias y se dio el amor —Era difícil para Eren creerle, ¿quién podía hacerlo con la cara de poker que tenia Levi? —. Ahora pasemos a la etapa de las citas.

—No. ¡No!

—Prometo no pasarme de listo por el momento.

—¡Eso no me dice nada! —¿Por qué ese sujeto era tan desesperante? ¡Peor aun! ¿Dónde rayos estaba Mikasa cuando se le necesitaba?

Eren salió corriendo de vuelta a la escuela tratando de cuidar a su retaguardia.

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A una chica de rasgos asiáticos comenzaron a zumbarle los oídos cuando entró al centro comercial, quizá debía visitar al médico.

Al menos ese día no. Estaba buscando una cabellera rubia, y no tardó mucho en dar con ella, pues la estatura y las características resaltaban por sí solas. Smith estaba frente a una librería que ponía varios ejemplares en oferta.

Nunca entendería ese amor por los libros y las ofertas que su amigo rubio también tenía.

—Se ve viejo —le dijo a Erwin, este la miró unos segundos para volver a dejar el texto de vuelta al estante.

—No es como se vea, es por su contenido. Hay que aprovechar siempre las rebajas, ¿sabes cuánto cuesta hoy en día un libro? Es bastante caro leer, mucho más caro que jugar videojuegos.

—Mire, yo no juego ni leo, sus sermones no me van.

—¿No lees? Te creía una chica lista.

—Hago lo que tengo qué hacer. Sí necesito leer, lo haré, mientras tanto puedo vivir mi vida tranquila.

Discutir no era parte del plan. Erwin sonrió conciliador para dejar el tema de lado y le dijo que la invitaba a ir por un café. Ella se negó amablemente alegando que Eren estaba solo.

—No entiendo tu afán por ser la guardaespaldas de Eren.

—Sí intenta darme otro sermón me iré en dos segund

—Tranquila —dijo—. Quería saber cómo estaba Armin.

—Bien —respondió, viendo directamente a los ojos tan azules como los de Arlert. Esos que eran fáciles de leer, pero no los de Smith—. Sí le preocupa que se haya ido por un corazón roto entonces no conoce lo suficiente a mi amigo.

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