Capítulo 10: La llegada

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Después de un rato, el vehículo se aparcó en el estacionamiento de la gran Institución

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Después de un rato, el vehículo se aparcó en el estacionamiento de la gran Institución.

Los ojos del chico se abrieron como platos.

—Suerte en este lugar mocoso —le dijo uno de los hombres al oído.

—Suerte les deseo a ustedes —guiñó. —No saben con lo que se están metiendo.

Bajaron del auto y caminaron hacia la entrada. Una vez entraron, se encontraron con una señora bastante jóven y un hombre mayor, los cuales observaron de arriba abajo al chico.

—¿Este es el diabólico? —interrogó con sarcasmo el adulto.

—Así es, tenga mucho cuidado señor.

—No necesito, se como tratar a estos  críos mañosos —tomó del brazo al chico y lo golpeó en la mejilla.

—Edwin, ha sido demasiado pronto —escupió la mujer, observando al niño.

—Para que vaya entendiendo quien manda aquí —el mayor, se retiró.

—Deberas disculparlo, el es Edwin, uno de los encargados de aquí —cogió la mano del pelinegro. —La otra, soy yo.

Cody asintió con la cabeza y caminó junto la mujer.
Mientras atravesaban un gran pasillo se presentaron. Clotilde parecía bastante amigable, a diferencia de su tío, el cual era un viejo amargado.
Llegaron a una sala enorme, muy prolija y bastante fina. En esta se encontraban un montón de sofás y mesas, en uno de ellos, se encontraban 4 niños. 3 niñas y un chico.
Estos observaban fijamente al pelinegro, el cual miraba sorprendido la prolijidad de los allí presentes.

—Chicos... El es Cody, un compañero nuevo —explicó la mujer.

—Hola —dijeron al unísono.

—Chico, ellos son los 4 mejores niños del Orfanato, podríamos decir que son muy especiales para mi tío y para mi.

—El rubio, se llama Samuel —explicó señalándolo. —La morena, Erika y las otras 2 son hermanas, la sentada se llama Julia y la de pié,  junto a Erika se llama Julieta.

El crío agachó su cabeza, la mirada de esos chicos le era sumamente incómoda. Le miraban tan fijamente y con tanta seriedad que provocaba que el se pusiera nervioso.

Clotilde, decidió explicarle que como era nuevo debía compartir habitación con todos ellos, ya que ellos se encargarían de enseñarle lo que debía hacer y como comportarse.
Caminaron por otro gran pasillo a la habitación mas lujosa de allí, entraron y la mandíbula de Cody se abrió, sorprendido.

[...]

El pequeño se encontraba en la cama, intentando dormir, le era en vano ya que sus compañeros no paraban de reír y de saltar en sus camas.

—¿Como ustedes pueden ser los mejores de aquí? —cuestionó fríamente. —Son sumamente infantiles e insoportables —dijo con seguridad, ya se había acostumbrado con la presencia de los 4.

—Manten tu boca cerrada niño diabólico, con nosotros no te harás el malo —escupió Samuel.

El pelinegro se levantó de lugar, miró fijamente a todos ellos, los cuales lanzaron carcajadas.

—¿Piensas que nos  intimidara tu mirada? —preguntó con sarcasmo Erika.

—Apenas nos conocemos, ¿Quieren que utilice mi fuerza ya?.

Los niños asintieron con la cabeza, Cody suspiró y se lanzó nuevamente a su cama.

—No me provoquen, si juegan con fuego, se van a terminar quemando —dijo para después cerrar sus ojos y quedarse dormido.

Un sonido agudo y fuerte lo despertó, se incorporó exaltado.

¡Maravilloso! Julieta le había sonado una bocina en el oído.

—¡¿Que carajo te sucede niña estúpida?! —cuestionó, enojado.

—Los nuevos deben levantarse a estas horas, para hablar con Edwin —explicó.

Cody observó a su lado, eran las 5:00am. Rascó sus ojos y bostezo.

—Vamos, vamos —decía el anciano, mientras llevaba al pelinegro del poco cabello que tenía.

—¡Sueltame viejo estúpido! —gritó mientras mordió la mano del hombre.

Así fue, como terminó en un cuarto, solo y simplemente con paredes blancas a las cuales observar.
No le habían comentado que el Orfanato tenía ese tétrico lugar.

—1, 2,  Cody está aquí —tarareaba moviendo su cabeza.

—3, 4 Corre por  tu vida.

—5, 6 Querrás morir.

Una nueva canción se formó en su mente, contento, quiso anotarla pero recordó que estaba en ese maldito lugar.

Se concentró, miró fijamente un punto y cerró sus puños con la mayor fuerza que tenía. Después, fue abriendo su boca, dejando salir miles de gritos, uno tras del otro.
Rápidamente, Clotilde entró, con su rubia cabellera y sus ojos grises.

—Niño, ¿Que te sucede? —interrogó moviendo al crío. —¡Contesta! —golpeó su mejilla.

Fue ahí cuando el chico reaccionó. 

—Maldición, ¿Que acaba de suceder?— cuestionó preocupada la rubia.

—Les advertí —comenzó a sonreír. — Les advertí que no se metieran conmigo.

...

¡Hola mis hermosos lectores!, espero que les esté gustando la historia. 

Este capítulo es más corto de lo normal, perdón por eso.






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