Paradise

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Podría explicar al detalle todo lo que hicimos ese día, desde comer tortitas hasta ver una película, pasando por hacer galletas y hasta un pequeño pastel; podría explicar que por primera vez en mi vida me sentí realmente parte de algo, parte de algo bueno, sin tener que dar algo a cambio... Podría explicar que dejó de importarme que mis padres estuvieran enfadados, y que dejé de sentir esa presión en el pecho al sentir que estaba compitiendo con Regina a ser madre de Henry e ir perdiendo...había sitio para las dos. Sí, podría explicar muchas cosas de aquel día, pero solo describiré dos miradas: la de Henry, preparando galletas con sus dos madres, sin que estuviéramos discutiendo todo el tiempo, bromeando, sonriendo, ese brillo que yo no había visto nunca antes...y la de la alcaldesa, podría decir que en el momento en el que Henry sopló la vela, o cuando comía tortitas, pero lo cierto es que todo el tiempo lo miraba con el mismo brillo, los ojos marrones y profundos que albergaban tantas y tantas historias...

Henry insistió en ver una película más, y aunque ya era tarde, no supimos decirle que no. De modo que ahí estábamos, los tres en el sofá viendo Titanic. No era la primera vez que la veíamos, pero es una película muy buena. Hacia el final de la película le eché un vistazo a Henry y vi que ya se le habían cerrado los ojos. Suspiré una sonrisa, porque si. Estaba apoyado en el hombro de su madre, casi acurrucado. Él se sentía a salvo con ella, y eso era lo único que debería importarnos a todos. Regina no estaba haciendo esto por venganza, solo lo hacía por amor. Pero mis padres nunca lo entenderían, porque creen que el mundo gira a su alrededor.

Pensé en cómo explicarle a mis padres que había pasado el día entero en casa de su enemiga. Me distraje. La chica llamaba al chico porque habían vuelto a por ellos. Me la quedé mirando por algún motivo. Había visto esta peli cientos de veces, pero de pronto comencé a sentirme mal por ella, realmente mal. La pobre creía que él...pero estaba muerto. Me giré hacia ellos, Henry dormía sobre el hombro de su madre, no se cuestionaba la escena. Regina, por otro lado... Estaba tensa, algo encogida, apretaba los dientes y cogía aire muy despacio, para no hacer ruido alguno. Su ceño estaba fruncido, como si le provocara dolor o miedo mirar a la pantalla. Entonces caí. Ella había visto morir a su novio delante de ella, llamándolo una y otra vez para que abriera los ojos, todo en vano... No debimos poner la dichosa película.

Sentía ganas de decir su nombre en voz alta, como si de algún modo eso fuera a solucionarlo todo. Apretaba la mano del chico, cada vez le costaba un poco más disimular.

-Regina...- Susurré.

Ella me miró, aterrada, y se secó las lágrimas. -Esto no ha pasado, Swan...-

Quise decirle que no tenía de qué preocuparse, y también preguntarle si necesitaba hablar de ello, pero en ese momento Henry despertó y la morena apagó el televisor para llevarlo a dormir. Subieron las escaleras, Regina le pidió que tuviera cuidado al apoyarse en la barandilla, porque todavía no la habían arreglado, y le acompañó a su habitación. Si, supongo que tenía sentido que se quedase allí a dormir. Yo tampoco querría volver donde la Abuelita ni discutir con mis padres. Era lo normal, que quisiera quedarse allí era lo normal.

Esperé a que Regina bajara las escaleras para preguntarle si estaba bien, pero ella me pidió que me fuera y me dijo que no era asunto mío. Y entonces, saliendo por la puerta de la mansión, me di cuenta: ella no me había hecho llegar su diario. ¿Quién haría algo así? ¿Quién más sabía de la existencia de ese diario? Pero la verdad es que daba igual. Ella no tenía ningún interés en que yo lo leyera, no quería mi ayuda ni mi amistad, y no buscaba nada a cambio. Por alguna razón eso me dejó echa polvo por dentro. Es decir, era la prueba final de que soy completamente invisible e innecesaria. Todos tenían sus problemas y sus cosas, pero nadie quería compartirlas conmigo. ¿Qué sentido tenía que me llamaran "Salvadora"?

-Emma...- Se asomó a la puerta y yo me di la vuelta a medio camino entre ella y la valla. -Perdona, lo siento... Gracias por haber venido...-

Yo asentí, confusa. Podría simplemente haberme dado las gracias por llevar a Henry, pero así dicho sonaba como si también agradeciera mi presencia.

-Es que...- Trató de excusarse.

-No te preocupes, no tienes que darme explicaciones...- Idiota. ¿Por qué dije eso? Yo quería explicaciones, quería...quería saber más sobre esa historia que estaba leyendo, eso era todo.

Ella se mordió los labios y asintió, aferrada al marco de la puerta.

-Ya nos veremos...- Dije.

-Hasta pronto...-

Volví a "casa" y vi todos los mensajes de mis padres. Estaba cansada, y solo quería dormir. Me tumbé en la cama, pero me clavé algo en el costado y vi que era el diario. Parecía perseguirme y suplicarme que lo leyera. Lo abrí.

"El rey quiere un heredero."

No pude leer más. Aparté la mirada y cerré el libro. Era horrible. Acababa de estar con ella, y ahora leía esto. Ella no quería que lo leyera. No, ella no sabía que este diario estaba en mis manos. Pero Regina era la madre de mi hijo, yo merecía saber qué clase de persona era. Excusas. Esto no tenía nada que ver con eso, yo ya sabía que era una buena madre. Necesitaba entender. Necesitaba entenderla a ella, por qué hizo lo que hizo, qué la llevó a ello...

"Toda mi infancia he querido encontrar a alguien con quién tener hijos. Niños, inocentes, al contrario que los adultos. Necesitaba inocencia en mi vida. Pero, si tuviera un hijo ahora, con este hombre, mi vida simplemente acabaría. Nunca podría perdonarmelo si de este horror surgiera una vida. No podría soportar su presencia. No podría soportar nuestra existencia. Siempre he tenido un temor irracional a no poder tener hijos, porque siempre he querido estar a la altura, pero ahora, ahora deseo con todo mi ser que sea así."

Me encogí entre los cojines. No podía dejar de pensar en que apenas tenía dieciséis años cuando escribió eso. Mi mayor problema a los dieciséis era robar en tiendas, y ella rezaba por no tener un hijo con el hombre que abusaba de ella de maneras horribles. Y aún así, a pesar de todo eso, su mirada cuando Henry sopló la vela...

De pronto me di cuenta de lo mucho que necesitaba la caja de pañuelos. Las lágrimas se acumulaban bajo mis párpados, sin siquiera darle demasiadas vueltas. Seguí leyendo de todos modos. Y comprendí por qué sentía realmente que era mi deber leer estas páginas, y era por algo que Regina misma había declarado: no tenía nadie con quién hablar, necesitaba explicarle estas cosas a alguien, pero estaba completamente sola, por eso escribía. Tenía que leerlo, para que no estuviera sola. Por mucho que doliera.

Casi todo era igual. Durante bastante tiempo, únicamente se dedicó a preguntarse por qué. Cada vez pasaba más tiempo entre un día y el siguiente que escribía, cada vez era más mecánico. De vez en cuando explicaba algo nuevo, algún comentario o situación que sobresalía por su crueldad, y cada vez utilizaba frases más simples y cortas. Ya no describía, apenas hablaba de sus emociones. Y entonces esto:

"Soy una extraña. Ya no soy la niña que empezó a escribir este diario. Ya no tengo miedo. No, el miedo me tiene a mí. La muerte parece dulce y placentera comparada con esta vida. Ya lo he intentado varias veces. Jamás permitirán que escape."

Cerré el libro y lo dejé sobre la mesa. No sabía qué pensar, qué hacer... Sentía que había sido cosa del destino. Que yo tuviera a Henry había sido cosa del destino, y que Regina lo adoptara fue cosa del destino. Recordaba su mirada esta tarde y daba gracias a dios. No sé qué hubiera sido de ella sin él.
















😢😢

Querido DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora