Caza de Brujas

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Me dirigí hacia el porche y vi lo que me pareció un hombre en el césped, rodeado de cristales, y la ventana del piso de arriba estaba rota. Me di prisa. La puerta estaba forzada, me temblaban las piernas. Había otro hombre en el suelo, estaba muerto. Las luces estaban apagadas. Subí las escaleras como si mi vida dependiera de ello, la barandilla rota. Las habitaciones estaban vacías, la de Henry tenía la puerta cerrada.

Puse la mano sobre el picaporte, y de pronto sentí que ya no respiraba. Volvía a notar los latidos en el cuello, la sangre que corría por mis venas... Abrí la puerta con cuidado. La luz de la mesita de noche estaba encendida, proyectaba sombras de peces que parecían girar en las paredes. Ellos estaban justo delante de mí. Henry se me quedó mirando sin decir nada, no reaccionó. Regina parecía haber visto un fantasma, no llegaba a creerse que estuviera allí. Le abrazaba. Le protegía. Estaba herida, una gota de sangre seca en su frente. Quería decir algo, pero no podía. Estaban justo delante de mí, y yo me di la vuelta hacia el desastre que había ocurrido, dejando salir todo el aire de mis pulmones. Juré que nunca jamás volvería a pasar algo parecido.

-Emma...- Susurró la alcaldesa. Sus mejillas estaban empapadas, todavía no se habían secado. -¿Emma..?-

-Voy a matar a Gold...- No fui capaz de responder otra cosa.

-Emma...- Retuvo el sollozo.

-No, voy a matarlo. No me importa que sea el Ser Oscuro, o esa estúpida daga, esto...-

-Emma...- Insistió. -No ha sido Rumple...- No la entendí. Era él, todo fue culpa suya, era un monstruo de oscuridad. -Han sido tus padres...-

Regina miró al chico bajo su protección, solo quería protegerlo de la cruel realidad, pero no podía.

-¿Estás bien?- Le preguntó y él asintió. -Vale...-

Yo estaba de espaldas a ellos, mirando al techo, intentando con todas mis fuerzas que las lágrimas no desbordaran mis ojos. Mis padres eran los monstruos. Siempre lo habían sido. Regina se acercó por detrás y cerró la puerta. No quería que Henry me viera así, a ninguna.

-Emma...- Susurró con la voz temblorosa.

Yo sacudí la cabeza. -No pasa nada...-

Se puso a mi lado, sentía su mirada. Ellos habían hecho esto. Henry estaba asustado, y Regina herida de nuevo.

-Puedes respirar...- Me aconsejó. -Emma, esto no es culpa tuya...-

Negué con la cabeza. Si abría la boca, rompería a llorar. Las lágrimas se acumulaban bajo mis párpados y apenas veía nada. Bajé la mirada. Me abrazó. Sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo, sus manos en mi espalda, y las lágrimas simplemente cayeron, en silencio.

-No pasa nada...- Repitió ella. -Todo saldrá bien...-

Respondí al abrazo, llenando mis pulmones de aire fresco. Necesitaba respirar. Y lo dejé ir, con más ansias de las que jamás imaginé. Necesitaba que alguien fuera fuerte aunque solo fuera un segundo, para que yo pudiera no serlo.

Acababan de atacarla y había tenido que matar a esos hombres, y ella me consolaba a mí...ese era un nuevo nivel de resistencia. Era la chica del diario, se le salía el corazón del cuerpo.

-Lo siento mucho...- Sollocé, intentando no rozarla con mis brazos, pues si lo hacía la apretaria contra mí con tanta fuerza que ya no podría dejarla ir. -Lo siento... No dejaré que nada parecido vuelva a pasar, lo prometo...-

Ella se aferró con fuerza a mí. Sentí la presión, atrapada entre sus brazos y su torso. Eso me dio fuerzas para abrazarla también, sentirla entre mis brazos. Estaba ligeramente de puntillas, eso se llevó parte del dolor.

Querido DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora