La carta

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Mi padre no se presentó en la oficina. Había dimitido porque no quería trabajar conmigo. Como no había mucho trabajo y estaba sola, me fui un poco antes a casa. Al abrir el diario me pregunté hasta cuando escribió. Ya había hablado de Henry. Habló más de Henry. Habló muchísimo más de Henry. Pude viajar por toda su infancia, con sus palabras, fue como verlo con mis propios ojos. Lo sentía en el corazón, desde sus primeros pasos, tambaleándose hasta sus brazos abiertos, hasta el primer día de primaria y todos sus recitales. Había sido la mejor madre del mundo entero, siempre a su lado. ¿Por qué vino a por mí? Ya lo tenía todo. Seguía teniéndolo. Vino a por mí porque sentía pena por mí. No quería que estuviese sola. Sentí el pánico cuando Henry encontró el libro de cuentos, como eso puso en peligro todos esos años de amor sincero y puro. Yo también me habría odiado cuando aparecí en su porche aquella noche.

"Salí corriendo y lo abracé. Mi corazón volvió a latir, y el aire entró de nuevo en mis pulmones. Ahí estaba ella."  

Cerré el libro. No podía leer esto. No estaba bien. Era yo. Estaba hablando de mí. Estaba hablando de nosotras. Se volvió real cuando yo también estaba allí, cuando recordaba lo que pasó. No era una historia más de un libro de cuentos, era mi vida, era su vida, la vida de todos. Había entrado en su vida, en sus momentos más íntimos y oscuros, había entrado sin permiso, como si tuviera el derecho de hacerlo. Emma...

Tenía que contárselo. Si ella no había sido la que me lo había enviado, tenía que saber que yo lo tenía. Pero entonces pasó algo. Mi teléfono sonó, era Regina. Me preguntó si podía hablar conmigo sobre algo importante. Noté un ligero temblor en su voz, y no pude decir que no. Me llevé el libro conmigo y lo dejé en el coche, por si surgía la oportunidad de confesarle que estaba en mi poder. Abrió la puerta antes incluso de que cruzase el porche, con una mano en el pecho, apretando lo que parecía ser un papel o una especie de carta. Parecía realmente importante, de modo que descarté hablarle de su diario.

-¿Qué ha pasado?-

-Henry está arriba, durmiendo...-

-¿Está bien?-

-Si, él está bien...- Sorbió disimuladamente.

-Regina...¿estás bien?- Me percaté del tono rojizo de sus ojos, ella levantó la mirada y negó con la cabeza. -¿Qué es eso?-

-He encontrado una carta...-

-¿Qué es? ¿Te han amenazado o algo?-

-Es de mi madre...-

Mi cabeza comenzó a dar vueltas en ese instante. Su madre estaba muerta. Llevaba años muerta. Pero tenía que esperar a que ella me lo dijera, porque yo no tenía que saber nada de su vida.

-¿Y qué dice?-

-Necesito saber quien la ha enviado...- Pidió. -Necesito que me ayudes a encontrarlo...-

-Está bien, pero necesito más pistas.-

-Ya...- Bajó la mirada y frunció el ceño. La seguí al salón, y me ofreció una copa, pero preferí no beber nada. Ella, por otro lado, se llenó un buen vaso.

-¿Y bien?-

-Mi madre no ha podido mandar esa carta, murió hace mucho tiempo...-

-Lo siento.- ¿Iba a explicarme que la había ordenado matar y por qué? -¿Y qué dice la carta?-

-Dice que...que he matado a mi madre...- Se sentó en el sofá y agachó la cabeza, cerrando los ojos con fuerza para no romper a llorar.

-Regina...- Me senté a su lado. -Déjame ver...-

Cogí la carta, ella no opuso resistencia, solo se preocupaba por no echarse a llorar. Lo que leí me dejó sin palabras.

"Mi querida niña, te preguntarás por qué te escribo esta carta ahora, después de tanto tiempo. Te ruego no la lances al fuego todavía. Ya sé que no merezco tu tiempo, pero hay algo que necesito que sepas. Fui una madre horrible. Nunca te hice sentir querida, cuando en realidad eras lo único importante para mí. No supe darte lo único que tú me pedías, estaba demasiado ocupada pensando en formarte y prometerte. No quería que tuvieras una vida como la mía, quería que por las noches pudieras dormir tranquila, sin ningún tipo de preocupaciones. Sabía que no siempre estaría a tu lado para protegerte, y quería asegurarme de que te fuera bien, porque tu corazón era demasiado grande y demasiado puro para este mundo, lo supe en el instante en que te cogí en mis brazos por primera vez. Tal vez no supe entenderlo entonces, pero por fin he tenido el valor de recuperar mi corazón. Tú me has dado las fuerzas necesarias para hacerlo. Debí saber que ser madre es lo primero, por encima del poder y del dolor. Tú me necesitabas completa, para quererte con todo mi ser. Te pido disculpas por eso. Te hice sentir inferior, cuando en realidad eras la niña más maravillosa del mundo. No importa saber bailar, ni vestirse elegante, un corazón como el tuyo no cabía en ningún molde, y yo te hice daño."

Miré a Regina a mi lado. Intentaba imaginarme como debía de sentirse después de tanto tiempo. Ella intentaba reprimir el sollozo. Pobre corazón. Seguí leyendo.

"Nunca hubiera permitido ese enlace si hubiera sabido lo que eso significaría para ti. Solo pensaba en ti al deshacerme del palafrenero, pero a la vez lo hice sin pensar en ti. No puedo devolvértelo, pero desde que me enviaste a través del espejo me he dado cuenta del daño que te he hecho. Cogí a una niña dulce e inocente, y la empujé a ello. Desde entonces he estado intentando volver. Ahora que estoy apunto de hacerlo, quiero que sepas, mi amor, que tu suplicio ha acabado. Te prometo que el corazón del rey será el último que estruje. Y tú serás libre. Serás libre para marcharte o quedarte, para continuar tu vida con o sin tu madre. Perdóname, Regina, por el monstruo que fui."

Dejé la carta a un lado del sofá. Tenía los pelos de punta, y Regina se estremecía a mi lado.

-Lo siento mucho...-

-Nunca llegué a leerla...- Explicó, tragándose el dolor y las lágrimas. -Alguien la guardó todos estos años...-

-¿Quien podría haber querido hacer algo así?-

-Yo la maté, Emma...- Confesó, incapaz de retener las lágrimas. -Ordené que la mataran porque pensaba que ella había enviado a alguien a matarme...-

Había olvidado esa parte. Dolor, en el pecho. No supe qué decir.

-Todo este tiempo creía que mi madre había intentado matarme, fue lo que me repetí durante años para no sentirme culpable...- Se giró hacia mí, y me miró a los ojos. -No fue ella... Ella me quería...y yo la asesiné...-

Empecé a marearme. No podía ni imaginar por lo que estaría pasando ella. Se secó las lágrimas con una mano, y yo puse mi mano sobre su otra mano. No había nada, absolutamente nada que yo pudiera hacer o decir para arreglarlo. Me sentí impotente, la peor salvadora de la historia. Ella apretó mi mano, luchando inútilmente por reprimir el sollozo, y yo permanecí con la mirada en la pared. Sentía como se rompía, cada respiración brusca, cada lágrima que caía, y yo no podía hacer nada para ayudarla. Solo cogía su mano. La Salvadora y la Reina Malvada. Solo cogía su mano.

Alguien había escondido esa carta durante años. Alguien la había enviado hoy. Y yo iba a encontrar a esa persona.











Quién será...

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