Niños

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Por la mañana leí un poco más. Últimamente apenas escribía, y ya había pasado cosa de ocho o nueve años de la boda. Explicaba cómo conoció a Sidney, otro acosador.

"Hace mucho que no escribo nada. El rey encontró el diario, me obligó a escucharle leerlo en voz alta. Después me pegó con él, más fuerte que mi madre. Fue hace unos años. Hoy, él ya no está. Por fin encontré el modo de escapar. Después de tanto tiempo, ya no sentía nada, pero creí sentir algo parecido al alivio, parecido a la esperanza... La muerte. Ya no sería suya. Ya no le perteneceria ni podría volver a tocarme nunca más. Todo se acabaría. Yo tenía que morir, no él. El genio dijo que él le mataría. Se llevó las serpientes y cerró las puertas con llave. Otra vez estaba encerrada, atrapada por un hombre que me "quería". Él lo mató. Algo dentro de mí se ha roto. Él ha muerto, y nada ha cambiado. Mis sentimientos no han vuelto, los años perdidos tampoco, ni Daniel, nada. No recuperé nada. Debí ser yo, yo debería estar muerta. Ya se extiende el rumor de que he sido yo quien le ha matado. El reino está en mi contra. Después de todo por lo que he pasado por su culpa, ellos... Juro que no descansaré hasta acabar con la persona culpable de todo esto...Blancanieves..."

Me fui a trabajar, dándole vueltas al asunto. Regina había perdido la cabeza tras años de horrible tortura física y psicológica, habiendo tenido una madre tan terrible como la que tuvo, y volcado todo su odio contra una persona, a la que consideraba culpable, con algo de razón, de su dolor. Podía entenderla. No aprobaba que hubiese intentado matar a mis padres, pero por fin podía entender los motivos.

Yo estaba en la oficina, ordenando unos papeles, cuando mis padres irrumpieron allí. Estaban realmente enfadados por haber cancelado los planes para el cumpleaños de Henry.

-¿Qué fue eso que hicisteis que era mejor que venir con nosotros?- Preguntó irónicamente mi madre.

-Fuimos a hacer galletas a casa de Regina.- Expliqué. -Estuvimos con ella.-

-¿Con qué?- Se sorprendió mi padre. -¿Que fuisteis con esa bruja?-

-Oye, es su madre.- Recordé. -Tiene derecho a ver a su hijo en su cumpleaños.-

-¿Pero tu te oyes?- Resopló mi madre. -¿Cómo has podido ser tan tonta, Emma? Lo único que quiere es salirse con la suya y destruir esta familia.-

-¿Os habéis parado a pensar que tal vez solo esté intentando ser feliz?- Intervine.

-Haciéndonos desgraciados.-

-Será mejor que os vayáis.- Sugerí.

-¿Qué te está pasando?- Preguntó mi madre.

Ambos negaron con la cabeza, resoplando, y se marcharon. Si, yo había leído ese diario, pero ellos lo habían vivido. Lo vivieron, y no les importaba. Escuché un estruendo. Me levanté de la silla, dejando de lado lo que estaba haciendo, y como el ruido no remitía, me apresuré. Estaban en el pasillo, mi madre miraba. Era Regina. David la sujetaba contra la estantería metálica, de ahí el ruido. Rodeaba su cuello con sus manos, y la alcaldesa se retorcía. Me quedé de piedra, literalmente. Sentí endurecerse mis músculos, y entonces pasó.

-¡Suéltala!- Una fuerza sobrehumana se hizo conmigo, una fuerza que no conocía el miedo. Mi madre intentó detenerme, cogiendo mi brazo, pero me deshice de ella. Agarré a mi padre por los hombros y tiré de él hacia atrás. Debí pensarlo mejor, porque no soltó a la mujer, y la empujó contra el suelo con violencia. Yo lo empujé a él. Mary Margaret intervino.

-¡Ya está bien! ¡Emma!-

-¡Fuera de aquí, ahora!- Ordené.

-¿Cómo puedes ponerte de su lado?- Se levantó mi padre.

Querido DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora