Once de Julio del 2014, viernes. 1:19 horas.A mi conocida la Señora Realidad:
Creo que estás al tanto de uno de los vicios que últimamente he adquirido.
Si, me refiero a estas cartas.
Bien, pues el motivo de la presente es que hoy no me he encontrado contigo entre mis relatos.
Estaba buscando a las musas entre viejos poemas y me he dado cuenta de que nunca te he escrito nada, vida mía.
Y me he encontrado reprendiéndome a mi misma.
Pero luego me he dicho:
¿acaso tengo yo la culpa de soñar hasta con los ojos abiertos?
No.
Y no los pienso abrir.
Si.
Lo reconozco, todavía me niego a aceptar que no va a llegar mi príncipe azul.
Y creo en algunos cuentos de hadas.
Y sigo siendo capaz de olvidarte entre unas buenas páginas o con cualquier acorde que me emocione.
Y nunca voy a creer en ti, realidad.
Porque —espero— ser capaz de darte siempre la espalda.
¿Para qué abrir los ojos si lo que me voy a encontrar es una triste, gris y aburrida vida?
¿Para qué abrirlos si puedo vivir en mis sueños?
Me niego a morir contigo.
No quiero pertenecer a los mortales que se resignan a mirarte a los ojos.
Quizá sean ellos los valientes, pero, de momento,
quiero ser cobarde.
Puedes quemar esto cuando lo leas, si quieres.
Prefiero que no contestes.
Es una carta de despedida para siempre;
no me ha gustado el breve encuentro que hemos tenido.
Se despide, esta soñadora que no piensa despertarse sólo porque salga el sol,
b.

ESTÁS LEYENDO
Cartas.
PuisiA quien -por casualidad o concienzudamente- esté leyendo esto: tengo un papel en blanco delante y una pluma en mano. Escribiré a mis temores y a mis sueños, a personas reales e inventadas. Te dejo que eches un vistazo a mis pensamientos, querido...