IX.

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Cuatro de Agosto de 2014, Lunes. 17:20 horas.

Al que tomó prestado y no devolvió el corazón de la chica triste:

La he visto mirar de nuevo vuestras fotos y la he visto sonreír con nostalgia y casi te he visto a través de sus ojos.

Quiero dejar a un lado la idea de que eres el malo de la película y entenderte y creer que tienes sentimientos.

Porque así podré llegar a ti con esta carta.

No es para que vuelvas;

ya no puedes arreglar nada.

Es para que lo sepas.

Cómo ha cambiado todo después de tu marcha.

Cómo la has cambiado.

No sé si la recuerdas, pero yo si.

Antes de ti, era otra.

Otra que parecía llevar toda la fuerza de la palabra vida en sus ojos.

Otra que era capaz de hacerte reír hasta que te doliera,

y ella reía también.

Pero cuando te conoció

ella sonreía sólo si tú sonreías

así que cuando desapareciste y dejó de ver tu sonrisa, ya no supo más por qué ser feliz.

Le sigue gustando la poesía,

pero tú le dedicaste todos los poemas que ella conoce y no puede leerlos sin pensar en ti.

Cuando busca poetas nuevos, no le gustan porque tú no se los has dedicado.

Y vuelve a pensar en ti.

Te busca en la calle, en los ojos y las sonrisas de la gente y no te encuentra.

Sólo se ve a si misma reflejada en miradas ajenas y ve su tristeza en la alegría de los demás.

Y se vuelve loca

y grita contra su almohada

—no quiere que la escuchen—

y a veces llora, y a veces calla.

Sólo porque tú no estás.

Es entonces cuando es peor.

Porque veo que no hay palabras que describan su dolor —que es tuyo, porque su herida lleva tu nombre—.

Y te he escrito esto para que sepas lo que has dejado tras tu marcha: un corazón roto.

Una mirada vacía y

una boca que ya no sonríe, ni besa, ni llora.

Porque se le han acabado las lágrimas.

Has sido un huracán que ha puesto todo del revés y te has ido sin ver los destrozos.

Yo te los muestro:

está rota.

Y —se siente— sola.

Y lo peor es que no quiere que la arreglen ni la acompañen.

Porque los destrozos son tuyos y la soledad se la has dejado tú.

Y es lo único tuyo que le queda: dolor.

No sé si tú lo estarás sintiendo ahora. Si es así, no lo siento...

           Atentamente,

                                        b.

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