XI

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28 de Septiembre de 2014, Domingo. 23:10 horas.

Mi padre fumaba porros y conducía una moto llevando de paquete a su prima.

Mi padre ya

no fuma porros

ni tabaco

y conduce el coche familiar.

Un señor en la televisión ha contado —sigue contando, pero yo tenía que escribir— su problema en el pasado con las adicciones.

Dice que si su hija empieza a fumar porros empezará a ahorrar para el centro de desintoxicación.

Le he preguntado a mi padre si él ahorraría si le dijese que he empezado con doña María.

Me ha dicho que no sabría qué hacer;

si matarme primero y después pegarme o al revés.

Yo sé que mi padre fumaba y conducía a la vez.

Y estoy segura de que ha probado el LSD —lo que estuviera de moda en su época— pero eso son cosas que una se guarda. O que yo me guardo, no lo sé.

El caso es que me he dado cuenta de que él —mi padre— y yo, tenemos muchas cosas en común.

Por ejemplo, antes de este señor

—que ya se ha callado— había otro con coleta que se dedica a la política y a los dos nos encanta. (El señor y la política.)

Los dos nos asustamos cuando el teléfono suena tarde —acaba de hacerlo— y los dos hemos fumado marihuana.

Claro que yo no me he colocado y todavía no he conducido ninguna moto.

Y no sé qué quiero decir, pero es que tenía que contar todo esto.

Porque ya hace tiempo, soñé que abrazaba a mi padre... Y es que soy así, que de una cosa pequeña monto una muy grande y me ralla la cabeza y luego me creo una persona despreocupada.

Pero no.

Y mi padre ahora habla por teléfono porque mi padre —como yo—

tiene sueños y parece que

—como yo— no va a poder cumplirlos.

Y tenemos muchas cosas en común y muchas que no.

Esta carta no tiene destinatario.

Porque ya sé en qué estaba pensando aunque no sepa qué quiero decir

—por eso escribo—.

Además en vez de escribirla, quizá debería leerla —le tengo aquí a mi lado—.

Pero supongo que estas cosas que no sé qué son, son cosas que una se guarda.

O a lo mejor soy yo.

Que no sé expresarme.

El caso es que he escrito a muchas cosas pero nunca

a este señor que me dio la vida aunque no se la pedí,

hizo de chófer para pagarme los biberones y me pegaría si fumase porros.

Y es que a mi padre le gusta la política

y los chistes buenos

y el vino y la cerveza.

Y no va a cumplir sus sueños.

Y se merece que alguien escriba sobre él.

Mi padre es muy puntual —eso es algo que no tenemos en común—y odia esperar por mi en las mañanas.

Así que yo me voy a soñar sueños que no cumpliré porque tengo muchas cosas en común con mi padre.

              

                                        b.

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