VII.

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17 de Julio del 2014, Jueves. 15:58 horas.

A Doña Soledad, de apellido Tristeza:

Estaba sola, sentada a la mesa y

no sé por qué

he sentido pena.

Por la gente que se siente sola.

Por la gente que debido a las estúpidas modas y los puñeteros prejuicios, se rodea de gente que está vacía.

Y acaban vacíos ellos.

Yo, gracias a Dios o

alhamdulillah o

simplemente porque si,

tengo siempre a gente que me da.

Me dan momentos

de risa

de poesía

o de tristeza compartida.

Y tengo claro una cosa, Sole:

siempre te podré vencer.

Por mucho que te esfuerces en acompañarme,

ellos estarán a mi lado.

No digo para siempre, porque es como tentar a la suerte.

Pero sé que falta mucho para que me falten.

Lo siento por ti,

porque como tu propio nombre indica,

no puedes tener amigos.

De los de verdad.

De los que no les importa estar contigo aunque sea para compartir el silencio.

De esos con los que puedes compartir

cine y poesía

en el aula de un instituto.

De esas que son primas y hermanas y amigas a la vez.

De esas otras que te comprenden tanto,

que son tan iguales a ti y a la vez tan diferentes,

que sientes que es mentira.

Pero es verdad.

Porque

—todos ellos—

son de verdad.

Son mi verdad de cuento,

a la que me aferro

cuando la realidad que me da miedo

quiere atraparme.

De verdad que lo siento,

Sole, por ti.

  Se despide, esta chica que se siente tan agradecida, porque en verdad, nunca te ha conocido.

  (Sabe que nunca lo hará; para cuando los amigos fallan, ahí están mamá y papá),

                                    b.

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