◤7. ¿Cita?◢

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Rebusca en su habitación, rebusca en la cocina, en el salón, hasta lo hace en el jardín, pero no encuentra su objetivo: su mochila. Tiene en su recuerdo haberla tenido parte de ese rato con el matón, pero luego no puede rememorar nada tras subirse al coche después de la entrega y llegar hasta la zona adinerada de la ciudad.

¿Podría tenerla Namjoon?

Si es así, ¿por qué no me ha dicho nada?

Ah, espera, no sabe dónde vivo, ni puede contactarse conmigo. Aparte... es él, no puedo esperar mucho.

Revuelve su pelo completamente frustrado.

En la mochila tenía parte de las cosas relacionadas con sus estudios, junto a ellos las cosas relativas al piano y a la música. Va a morir si dicha mujer se entera.

Vuelve a revolver su pelo mientras murmura «piensa, piensa». Acaba cabreado y dando con la única opción válida que se ha pasado por su confusa mente en estos momentos. Agarra su móvil, el que por suerte estaba en un bolsillo de sus pantalones y llama a Jimin. Nada.

¿Por qué lo tendrá apagado? Nunca lo tiene así.

Niega dejando de comerse más la cabeza y vuelve a su habitación, con la intención de buscar si por arte de magia tiene sus partituras entre los distintos papeles del escritorio, y sabe que no va a encontrar nada, pero lo hace de todas formas.

Su fuente que podía darle el mapa hasta llegar al encuentro con Namjoon, simplemente no responde a sus llamadas.

—Dios, Dios... Por favor, que lo encuentre —habla en voz alta mientras agarra abruptamente sus llaves y sale cerrando de un portazo, llevándose el teléfono una última vez, esperando que conteste.

De nuevo nada. Pitidos solamente. Y esa molesta voz de mujer que repite una y otra vez lo mismo.

Ya está, tiene que caminar por el barrio hasta intentar dar con la casa del matón. Está pensado y se tiene que hacer.

Comienza con zancadas por el cabreo, pero por el nerviosismo acaba relajando su cuerpo y bajando la velocidad. Mira para los dos caminos frente a él. ¿Derecha o izquierda? Se limita a pensar en qué lugar de todo ese sitio rodeado de dinero está la zona de mayor riqueza, soltando un sonido de victoria y ascendiendo por el camino derecho. Bien, algo menos. Cuando ve su cabello hecho un completo desastre en uno de los reflejos de unas ventanas, sus mejillas obtienen un tono rojizo y eleva las manos hasta la zona para arreglarla, resoplando por un pelo que no quiere colaborar pero que al final lo hace sí o sí. Retoma su camino con unas cuantas llamadas más, que resultan tener la misma respuesta una y otra vez.

Han pasado dos horas desde su último encuentro, pero eso no significa que no reconozca el coche que puede divisar al final de la calle, perfectamente aparcado frente a una cochera reluciente y en el jardín de una mansión gigante y fresca a la vista. Abre su boca la ver la casa, ni la suya es tan grande.

—Wow... —susurra, avanzando hasta la valla de metal pintado de color blanco que la rodea.

Está abierta.

Pasa al precioso jardín muy bien cuidado, el cual tiene un césped lleno de hierba cortada a la misma altura y de un color verde intenso y agradable a la vista. Por suerte hay un camino hasta la puerta principal; se divide en unos cuantos más para llegar a más zonas del recinto. Agradece el camino, ya que si tuviese que pisar el césped, le daría verdadera pena al estar tan cuidado. Avanza por el principal, llegando a la gran puerta de madera y cristal, al lado, toca el reluciente timbre. Se consigue ver a alguien a través de los cristales. Esta misma persona abre la puerta, aplaudiéndose mentalmente Jin al encontrar a la persona esperada.

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