Quiero que seas mío.

Capítulo 27

Kal-El.

— Detente.

— ¡¿Detenerme?! ¡No ves como se ha impuesto contra mi!

— Diana.

— ¡He sido suficientemente paciente! ¡No puedo seguir permitiendo esto!

Diana no estaba dentro de su razonamiento ¿Y quien lo estaría? Cuando sentía que todo el esfuerzo de años de mantener el mundo dentro de una paz ficticia empezaba a desmoronarse por razones que parecían honestamente absurdas. Se estaba anticipando demasiado y ver al muchacho al que se le acredita todo ese momento seguía abrazando a su Goliath como si fuese un ser indefenso; como si no supiera lo que estaba ocurriendo y solo fuese un prisionero de dos tiranos le hacía hervir la sangre. Diana gruño de nuevo, esta vez soltándose de los agarre de Superman, apartar a Jonathan con un golpe certero sobre el plexo solar llegando hasta Damian que tenía cada músculo en alerta pues sabía que ese momento llegaría; en donde Diana intentaría quitarle la vida.

Levantó al muchacho cual si fuese nada, ¿Y qué podía hacer Damian? Golpearle parte de la cien y el oído para buscar desequilibrarla o alguna oportunidad para escapar. La amazona era fuerte pero podía tener puntos vulnerables; eso pensaba. Aunque bueno, necesitaría más de un golpe con fuerza humana para causarle siquiera cosquillas.

— Necesito asesinarlo, Kal-El.

Damian volvió a patear sobre el rostro de Diana pero siquiera se inmutaba. Mierda, ¿Que tenían contra su cuello? Cuando lo apretaban como si fuese una espiga buscando partirla a la mitad. Gimió en dolor; Jonathan toció soslayando a Diana. Jon espero alguna objeción por parte de su padre pero tal parecía que estaba de acuerdo con lo que deseaba la amazona ¿Acaso pensaba dejarlo morir a manos de ella? Después de todo lo que hablaron, de lo que habían pasado ¿Así de poco apreciaba las convicciones y deseos de su hijo? Se sintió traicionado en ese momento crítico. Crítico por ver amenazado a su objeto de impulsos.

Jon gruño, Kal-El dejo descansar la mirada desinteresada a otro lado con aprobación...

Y ocurrió.

Claro que paso.

Ocurrió que un certero rayo de calor se estampo contra el hombro de Diana haciéndola berrear y finalmente soltar del agarre al chico en consecuencia de tener una herida que hacía incluso ver su hueso. Se dobló ante eso, temblando en una cólera que no podía reservar.

¡Jon acababa de herirla! A Diana. A la guerrera implacable, a aquella que olvidando conexiones sentimentales, olvidando que le miraba como un hijo se atrevió a atacar a Jonathan con el poder de sus manos junto a la cólera desmedida y un corazón de madre (que se adjudicaba) herido. Y eso, justamente eso, fue el gran error que cometió para desatar la verdadera furia de Kal cual león dormido.

Aquel hombre poderoso que no escatimo el utilizar la supervelocidad para tomar a Diana de su vestimenta, alejándose de ahí, estampando la figura grácil de la mujer contra el concreto, luego el suelo y todo lo que pudiese encontrarse a su paso.

Nadie atacaba a su hijo.

Absolutamente nadie podía tocarlo, maldecirlo o mirarlo de algún otro modo que no representara respeto. Jonathan Kent era sagrado para su padre a pesar de todo lo que pudiese pensar su hijo y aquel que le descuidara o pensará siquiera en su contra, terminaría como Diana que en ese momento que se defendía de un demonio de Krypton.

La lucha entre Superman y la mujer maravilla se extendió por varios minutos sin parecer algo real. Sin muchas palabras, ni mediaciones o consideraciones. Ambos estaban enojados. Ambos estaban con el calor de la pelea, de frustraciones, descargando todo lo que se necesitaba descargar el uno con el otro a través de golpes y tratar de vencerse mutuamente.