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las pequeñas cosas que te hacen sonreír

bailando descalzo en la oscuridad...

Si tan solo tuviera la fuerza para convencerte.

Oh, para lo que necesitas, no lo verás.

Escoje tus palabras antes de hablar.

¿Puedes ver todo lo que tuviste este tiempo?

Sálvate a ti mismo

Oh, sálvate a tí mismo

Oh, cariño vete y resérvate para otro más.


El timbre que indicaba el fin de la clase de literatura sobresaltó a los jóvenes alumnos que, estando tan atentos a las palabras de su profesor, no se habían dado cuenta del tiempo que había pasado

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El timbre que indicaba el fin de la clase de literatura sobresaltó a los jóvenes alumnos que, estando tan atentos a las palabras de su profesor, no se habían dado cuenta del tiempo que había pasado.

La interesante clase del día trató sobre autores que aquellos jóvenes nunca habían oído nombrar en sus vidas. Había muchos buenos escritores que no tenían la relevancia de otros;  esos, particularmente, era a los que Nam Joon le había dedicado tiempo de su vida a leer. Todo su pasado estaba lleno de anécdotas muy interesantes que le hubiese gustado contar a todo esos chicos. Claro que aparte de haber leído, también tuvo la oportunidad de conocer a maravillosas personas de las cuales tomó varias cosas, como por ejemplo el haber aprendido a dar clases. No era una tarea fácil, por mucho que uno se imaginara que solamente debía plantarse frente a un montón de personas y hablar de lo que sabía, era mucho más que eso. Y frente a esto, no quería verse imparcial, pero prefería dar clases a gente más grande. Los pre-adolescentes eran bastante incontolables en ocasiones.

Al terminar de despedirse de los últimos alumnos que quedaban dentro del aula, Nam Joon miró el reloj de su muñeca ya que siempre desconfiaba del viejo cacharro que colgaba de la pared. Guardó todas sus cosas en su maletín de cuero negro y se levantó del asiento para salir en dirección a la entrada de la escuela. Observó allí a la gran cantidad de alumnos correteando de un lado para otro, sintiendo el júbilo y energía que desprendían.

Sonriente y hasta con una pizca de envidia por ver tanta chispa enérgica en esos jóvenes, bajó lentamente las escaleras hasta encontrarse, sorpresivamente, con su auto estacionado en frente de sus narices. La ventanilla de éste bajó completamente, Nam Joon se acercó para observar el interior y saludar a Amy.

—Que sorpresa— dijo el peligris, sin dejar de sonreír—. No sabía que vendrías a buscarme, o puede ser que me lo hayas dicho y yo no me diera cuenta.

—En realidad te envié un mensaje, pero luego recordé que seguramente estarías dando clases y no lo verías.

—Que buena esposa que tengo.

Una vez que ingresó al auto y cerró la puerta,  los labios gruesos de Nam Joon se posaron suavemente sobre la mejilla de la joven. Amy le devolvió una leve sonrisa y, sin despegar la mirada hacia el frente, arrancó el vehículo. 

—¿Saliste antes del trabajo?—preguntó curioso el profesor.

El rostro de la pelinegra se veía serio, parecía estar demasiado concentrada al volante, tanto como para no haber escuchado lo que su esposo le había preguntado. Sus manos ejercían una leve presión sobre el volante, como si empezara a sentirse molesta por el tráfico. Nam Joon no volvió a hacer la misma pregunta, se dedicó a mirarla de tal modo que sus ojos parecían haberse vuelto un escáner. Analizó sus labios apretados, su entrecejo muy disimuladamente fruncido y supuso que no debía de ser un buen día para ella o que quizás se sentía insegura respecto a algo.

—¿Por qué no le preguntas si está contenta con lo que hace?

Jin, repentinamente apareció sentado en la parte trasera. Nam lo miró por el espejo y, rápidamente, volvió la vista a su esposa. Ella seguía centrada en manejar hasta intentar pasar el semáforo que estaba a punto de cambiar.

El auto frenó casi de golpe, asustando a una señora que tenía la intención de cruzar de forma segura la calle.

—Perdón —se disculpó Amy con una sonrisa nerviosa.

—¿Está todo bien? Te ves algo... —el peligris pensó qué palabra sería adecuada usar en esa situación, pero Jin interrumpió sus pensamientos.

—Nerviosa, inquieta, molesta, ansiosa... ¿Sintiendo mucha culpa quizás? —se escuchó la voz de Jin al fondo.

Amy acomodó su cabello con ambas manos y trató de poner su mejor cara. Era obvio que algo le sucedía y por más que quisiera verse bien, no iba a poder ocultarlo. Sin más que un asentir de cabeza, una vez que el semáforo cambió nuevamente ella retomó el camino a casa.

El silencio dentro del auto era tan extraño para ambos y tan molesto para Jin, quien mantenía sus ojos fijos en Nam Joon. Ya habían pasados unos días desde que había dejado de lado el seguirla porque la verdad es que no le servía de nada. Se dedicó a estar al lado de Yoon Gi y Ji Min, cumpliendo su deber como guardián. No le interesaba la vida de Amy, pero siempre estaba molesto por saber lo que ocurría. De todos modos no dejaba de insistirle a Nam Joon con lo mismo.

Pasado unos minutos de viaje, nada más estacionar el auto, el teléfono de Amy comenzó a sonar llamando la atención del peligris. Ella lo tomó rápidamente y contestó, sin darse cuenta de quién era debido a lo nerviosa que estaba por la mirada seria del otro.

Apenas habló unos pocos segundos con aquella persona al otro lado de la línea e inmediatamente después de haber dicho un seco "adiós" cortó.

—Nam Joon, pregúntale quién era—.le exigió Jin, acercándose a su oído.

—No es el mejor lugar para esto—el peligris hizo caso omiso a la petición de Jin y continuó con sus palabras —,pero te ves extraña. ¿Quieres hablar de algo? 

Jin se cruzó de brazos y esperó a ver qué era lo que ocurría. No sabía si esque Amy había decidido confesarle a Nam Joon lo que había hecho o esque había alguna cosa más que la tenía de esa manera.

Los ojos de la joven no se despegaron del volante. Algo rondaba por su cabeza, en realidad varias cosas que se habian acumulado. Amy no estaba segura de nada de lo que iba a salir de sus labios, tenía la terrible sensación de que las cosas iban a ponerse muy feas.

—No me encuentro bien, es todo. Por eso salí antes del trabajo.

—¿Por qué no me dijiste? Me preocupa que no estés bien. No tendrías que haberte molestado en ir a buscarme. 

—Perdón, Nam.  

Como era de esperar de alguien como Nam Joon, rodeó a la pelinegra con sus brazos y Jin se quedó en silencio hasta que decidió desaparecer de allí por obvias razones. Amy agachó su cabeza y se cubrió la cara con ambas manos, ocultando sus lágrimas. Parecía ser que algo no estaba bien con ella; Nam Joon la apretó entre sus brazos por un buen rato hasta que decidiera calmarse y así poder escuchar qué era lo que le pasaba en realidad, le era difícil verla de esa manera, tan frágil y nerviosa. Ambos solían hablar de sus problemas y siempre se daban ese apoyo necesario para poder resolverlos. Lo único que estaba claro era que Jin no iba a dejar de lado sus ideas de que todo eso tenía algo que ver con aquella otra persona.

Caminos al infierno YoonMin +18 [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora