Cap. 2

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Para cuando llega el barco de diciembre, no queda nadie en el refugio que había venido con él.

Peter está limpiando catres cuando el barco comienza a descargar y, en cuestión de minutos, comienza a captar retazos de noticias silenciosas y rumores susurrados, como siempre hace. Las personas son rápidas para evaluar a los grupos que ingresan y son aún más rápidos al sacar conclusiones precipitadas respecto a dónde fueron encontradas. Si hubiera un gran grupo de sobrevivientes de un área, significaba que había esperanza de reconstrucción en ese país. Si no había sobrevivientes de otra área, significaba que se había perdido la esperanza y se había librado de ella, no había nada que hacer al respecto.

En general, ignoraba los chismes, ya que gran parte de ellos rara vez eran verdad. No hay nada nuevo de que enterarse; la mayor parte del mundo está muerto, incluida su querida familia, y más allá de eso, no le importa saber. Él no quiere volver a la superficie y ver qué ha sido de la tierra y ciertamente no quiere ver el pozo lleno de esqueletos ennegrecidos por el fuego justo afuera de las puertas del búnker. Y entonces ignora cuando el demacrado equipo de trabajadores de rescate comienza a llevar a nuevos sobrevivientes adentro y continúa limpiando las camas junto a los otros muchachos.

—¿No has oído?— Dice uno de los chicos.

—¿Qué?— Pregunta otro.

—¡Sobre a quién encontraron en la última huida!

—¡Ahh, sí!— Una tercera campanada de voz entra. —Sobre el chico rubio, ¿eh?

Uno de los muchachos sacude el hombro de Peter. —¿Has oido?

Peter lo mira cautelosamente y vuelve a su trabajo. —No.

—Todos los que encontraron estaban en los Países Bajos y Francia, salvo uno.

—¡Sí!— El segundo niño asiente con entusiasmo. —Lo encontraron por encima de la frontera alemana.

—¿Y?— Peter solo ha estado medio escuchándolos en primer lugar, mirando plácidamente el sucio lienzo frente a él. A él no le importa. Los chismes son chismes y nunca han hecho ni un poco de bien, y ya ha tenido suficientes esperanzas.

—Y, que lo encontraron en la última parcela seca de Dinamarca, ¿saben? esa que se hundió; dijeron que hablaba sueco.

El cubo hace un estruendo y derrama agua por todo el suelo mientras sus pies comienzan a correr y se dirige a las puertas del búnker.

Le toma quince minutos empujar a una multitud de personas antes de que finalmente llegue al frente de la fila donde los trabajadores están descargando la caravana llena de gente. Algunos son capaces de caminar solos, pero la mayoría son llevados en camillas improvisadas o están siendo cargados;  Peter observa, ansioso, mientras traen a cada grupo, buscando frenéticamente al rumorado sueco. Cuando los grupos comenzaron a disminuir, él tira de la manga de otro espectador.

—Escuché que encontraron a un tipo en Dinamarca ... ¿no lo trajeron?— preguntó.

—Sí— responde el hombre y mueve el pulgar en dirección a la pared. —Lo trajeron primero. Querían mantenerlo cerca de las puertas.

Peter frunce el ceño. —¿Por qué?

El hombre solo se ríe. —Menos distancia para llevarlo por la mañana. La gente ya está reclamando su ropa.

Los ojos de Peter se ensanchan ante esto y se aparta del hombre; comienza a buscar las paredes, buscando cualquier señal de aquel hombre. Hay muchas caras nuevas; todos están envueltos en mantas raídas de lana, algunos llorando y otros mirando fijamente al frente, todos tosiendo y apestando a infección, agarrando sus pertenencias contra su pecho e intentando ignorar las miradas codiciosas de los demás.

Gutters [Traducción al español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora