Albóndiga

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Habían pasado varias horas y aún seguíamos en el coche. Decidimos dejar las armas en los asientos y quitarnos las mochilas.

—¿Quieres un plátano? —le pregunté mientras rebuscaba en una de ellas.

—No tengo hambre, te lo puedes comer tú... —un rugido sonó desde su estómago, y apartó la mirada.

—Están a punto de estropearse, ¿ves? —saqué las dos frutas de la mochila para enseñárselas—. ¿Quieres que se pongan pochos y no haya servido de nada guardarlos? —le sonreí mientras le obligaba a aceptar la fruta.

La autora justamente se estaba comiendo un plátano mientras escribía esto, así que... razón suficiente.

El chico aceptó en silencio y empezó a comer.

—Tu estómago te lo estará agradeciendo —yo estaba apenas por la mitad cuando él ya había terminado, prácticamente de dos mordiscos—. ¿Quieres más? —extendí mi mano, ofreciéndole lo que me quedaba.

—Tienes que comer, Hana. Los dos tenemos hambre —rechazó mi oferta, apartando el plátano de su cara.

—Por el volumen de tu cuerpo necesitas comer más que yo —volví a extenderlo.

—No —volvió a apartarlo.

—Sí —partí la mitad en dos y llevé el trozo a su boca, sin opción a elegir—. Ni tú ni yo —sonreí y me comí mi parte.

—Gracias... —cerró los ojos mientras disfrutaba del extra de comida.

—Oye, Chris... sobre tus padres, ¿crees que te estén buscando?

—Confío en ello —intentábamos creernos una mentira, la incertidumbre.

—¿Quieres que nos quedemos aquí esta noche o seguimos avanzando?

—La decisión la tomas tú. Está claro que estaremos en peligro si salimos de aquí, pero no dejaremos de estarlo hasta que lleguemos.

Lo pensé por un momento. Quería ver a mis padres, pero no quería volver a poner a Chris en peligro, más de lo que ya estaba.

—Seguiremos el camino en una hora, vamos a descansar hasta entonces.

El tiempo pasó rápido; en vez de descansar, estuvimos hablando sobre nosotros, nuestro pasado, pasatiempos y gustos.

—Como lo estás escuchando, no me comería un bocadillo con huevo frito, cebolla caramelizada y salsa BBQ ni aunque me muera de hambre. Es el horror de los horrores para mí... —Chris no paraba de reírse ante mis caras de disgusto.

—Tendrás pesadillas con esa comida; en vez de zombis, serán bocadillos con huevo frito, cebolla caramelizada y extra de BBQ andantes en busca de los sesos de Hana Mori —nuestra risa era sincera pero silenciosa.

Después de conocernos un poco más, atrapados en un coche pequeño y apestoso, llegó el momento de seguir.

—Tenemos que irnos —dije desmotivada. Chris miró su reloj, soltando un suspiro.

—Qué rápido pasó la hora...

Salimos del coche, intentando hacer el mínimo ruido posible.

—Es un poco humillante que no hayamos avanzado nada. Llevamos medio día en un coche escondidos; nos había imaginado más letales.

—Has visto muchas películas; esto es diferente. Los actores no se mueren, nosotros sí.

—Sí, pero...

—Además, no somos militares ni nada por el estilo, somos dos adolescentes que solo jugaban videojuegos, leían libros o escuchaban música.

—Tienes razón, me he flipado mucho.

Lluvia RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora