Los chicos se movieron tras Minerva. —Hoy no, Argus. Será su última noche.
Argus ablandó su mirada y les dedicó una extraña sonrisa a los jóvenes.
Los extrañaría.
El hombre se marchó. La profesora de transformaciones se volteó a los chicos que l dedicaron inocentes sonrisas. Con pequeñas lágrimas en los ojos y una nostálgica sonrisa les habló —Vengan aquí, muchachos. —Los acunó en sus brazos como cada vez que se disculpaban de una broma, como cada vez que los consolaba.
Los chicos sonreían ante la sensación maternal que aquella producía.
Tal vez ella no era madre de hijos propios. Pero velaba cada día por la seguridad de los alumnos de Hogwarts.
Ella tiene todo para ser una madre, Minerva McGonagall era una madre.
Luego de darle las buenas noches a Minnie los amigos se dirigieron a la torre de astronomía. Subían las escaleras temerosos, después de una larga de noche de bromas. La hora de despedirse del castillo estaba cada vez más cerca.
Se apoyaron en la barandilla -Un poco apretados-. Las lágrimas comenzaron a caer por los ojos de la pelirroja.
—Extrañaré esto...
Sirius Black pensaba en todo lo que aquel castillo le dió, como encontró refugio en ese lugar, lugar de amor.
Remus Lupin sonreía con nostalgia mientras las lágrimas se agrupaban en sus bellos ojos. Este castillo le dio un refugio, un hogar, una familia.
Peter observaba a sus amigos, estas personas lo apoyaron cada segundo, sin abandonarlo. Jamás.
James recordó todos sus momentos, estos chicos le dieron la mejor época de su vida. Admiró a la persona a su lado. Aquí encontró el verdadero amor, una lágrima corría silenciosamente por la mejilla de Maitte. Con su pulgar la secó, la chica volteó hacia él, el azabache acortó la distancia y la besó.
