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—¡Profesor Dumbledore! Tengo que hablar con usted —Una chica entró al despacho del director, tenía la respiración agitada, pero en su rostro aun así se mantenía una gran sonrisa. Tras ella entró la profesora McGonagall.
—Buenas tardes, señorita Max. Tome asiento, por favor, al parecer está cansada. —Indicó el anciano mientras señalaba un asiento frente a él —Minerva, siéntate también, por favor.
—No gracias, Albus. Aquí estoy muy bien —la profesora se paró junto a la silla.
—Está bien, profesora. Volviendo a su tema, Maitte, ¿Qué es lo que tan emocionada la trae? —el profesor le dedicó una sonrisa sin mostrar los dientes.
—Resolví un misterio —El profesor arqueó una ceja con una sonrisa sincera —Supongo que usted estará al tanto de las relaciones amorosas de mis antiguos mejores amigos —susurró la última parte, el hombre asintió —Digo, como han sido de los chismes más grandes en Hogwarts —sonrió —Sirius Black y Lily Evans, además de James Potter y Estefanía Stone.
—He oído algunas palabras, y debo admitir que me parece muy sorprendente que el señor Black tenga una relación estable, no me malinterprete, no tengo ninguna intención de ofenderle.
—Yo sé cómo es Sirius, profesor, y sé que no mantendría una relación ni por una semana. —La chica sonrío recordando como su amigo le contaba cada uno de sus planes de conquista y cada secreto guardado —Es por eso que estoy aquí —Maitte tomó un semblante más serio y se enderezó en su asiento —él no está enamorado, y James tampoco, hasta lo último que supe el solo tiene ojos para Lily Evans.
—¿Qué es lo que quiere decir, Maitte? —preguntó Dumbledore acomodando sus gafas de medialuna.
—Que están hechizados, profesor —McGonagall soltó un chillido de sorpresa.
—¿Tiene alguna prueba, para esa acusación, señorita? bien sabrá que es un tema bastante delicado. —Preguntó Albus con un tono de seriedad.
La chica sonrió débilmente —Llevo meses investigando, profesor. He buscado información de cada hechizo o poción que me pudiera servir, si no estuviera segura de esto, no estaría aquí. —Dumbledore la observó —recopile cada detalle que pudiera servirme en esta libreta —en el escritorio del hombre puso una libreta de color turquesa con brillos en la portada, y se la acercó a este.
El hombre comenzó a ojear rápidamente y luego la cerró —Primero quiero escuchar la versión de su historia, señorita.
