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La noche del 31 de Octubre, todo parecía ir normal en la casa de los Potter. Hacía más de medio año que los Potter se encontraban protegidos bajo el encantamiento Fidelio, su guardián de los secretos era Peter Pettigrew, uno de sus mejores amigos.
La familia se encontraba en la sala de su casa en el valle de Godric. Maitte había ido a la cocina por un vaso de agua, dejando su varita en la barra. James jugaba con Harry sacando humo de colores por su varita, dejó la varita en el sillón, cargó a su bebé y fue con Maitte, al entrar a la cocina James besó a su esposa, mientras su bebé daba pequeñas palmaditas. Repentinamente escucharon que la puerta se abrió estrepitosamente.
James le entregó al bebé a Maitte besándola rápidamente, para luego besar a su pequeño hijo. Se dirigió a la ventana y observó a través de ella —¡Maitte es él, es Voldemort! —grita James —¡Toma a Harry y vete! ¡yo lo detendré!—James estaba decidido a detenerlo aún sin tener su varita.
Maitte dentro del shock caminó a la escalera y mientras las lágrimas caían por sus mejillas le dedicó a James las últimas palabras —Te amo.
—Te amo, nunca lo olvides. —Soltó James con sus ojos vidriosos.
Maitte apretó más a Harry contra su pecho subió las escaleras directo al cuarto de su hijo, dejándolo en la cuna mientras lloraba. Secó sus lágrimas y movió todos los muebles contra la puerta.
—Harry, mami te quiere, papi te quiere—susurró con voz entrecortada —Tienes que ser fuerte.
Los sollozos de su bebé eran lo único que Maitte escuchaba lo tomó en sus brazos apretando contra su pecho, intentando calmar sus lágrimas.
La puerta se abrió con un ruido potente, derribando todo a su paso. —¡Aparta, muchacha! Sólo vengo por el niño.
—¡Es un niño! Matame a mí en su lugar. —Maitte se puso frente a Harry evitando que Voldemort pudiera verlo.
—¡Quítate! —respondió Voldemort.
—¡No! ¡Ten piedad! —gritó.
—Tu amor no servirá de nada, ¡Avada kedavra! —exclamó Voldemort.
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Sirius fue hasta donde Peter debería estar, como cada día para darle compañía un rato, la escena lo dejó atónito, Peter Pettigrew estaba muerto, su varita a metros de él, con heridas de tortura y los ojos abiertos de su último aliento. Rapidamente corrio hasta la casa y una de sus peores pesadillas se cumplió; el cuerpo inerte de su mejor amigo tirado en el piso. Se acercó a él, dándole una cachetada, rogando que volviera, luego de minutos llorando en su cuerpo, subió las escaleras, encontrándose con su mejor amiga, muerta y un bebé suplicando en llanto a su madre que despertará.
—Maitte... ¡NO! —Negó incrédulo — ¡NO!
Su primer amor no podía estar muerta...
Tomó a Harry entre sus brazos, sin esperar el destino que tendría al salir de aquella casa.
