Ambos se distanciaron de sus familias.
Apenas volvían a Suiza, solo cuando Roman jugaba con su selección.
Ambos habían echo de Alemania su tierra.
De Dortmund su ciudad.
Y de sus pisos su hogar.
No vivían juntos porque ella quería su espacio.
Le quería, más que a nada en el mundo, era el amor de su vida, pero eso no significaba renunciar a su vida y a su tranquilidad.
No quería tampoco agobiarse, quería avanzar poco a poco, hacer las cosas bien de una vez.
Conoció a los compañeros de Roman, en especial al joven Durm que ayudó a que la relación fuera bien encaminada.
Dejó de trabajar en la cafetería, dejó de ver a Nils. Pero veía al cuñado de este, Mario Götze porque jugaba con Roman y de vez en cuando a Ann Kathrin. Ellas se habían reconciliado porque Ann la convenció de que su amistad nada tenía que ver con lo que pasó con Nils.
Y es que contra el amor no se puede luchar y al final todos los entendieron.
Jeneera volvió a su vida de modelo, pero también despacio, sin prisas, sin agobios.
Quería que esta vez saliera todo, no quería que fuera temporal.
Roman estaba orgullosa de ella.
Jeneera estaba orgullosa de él.
Eso es lo más bonito:
Compartir los logros con tu pareja y alegrarte de todo lo bueno que le pase.