Insensatez

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Hola... vaya, esto es más difícil de lo que esperaba. Ok, quiero dejar en claro que todo lo que voy a contar es verdad, ¿estamos?, no es ningún creepypasta o cuento para ganar visitas; no, es una confesión real, una... oh, claro, mejor parto presentándome. Me llamo Julieta, tengo 16 años (casi 17), vivo en Chile y... pues eso (gran presentación). Vale, ahora si les explico bien. Esto que van a leer es una historia real, y me pasó hace unos meses. Pero antes de partir quiero insistir en que no es una broma, que si el que está leyendo esto tiene ganas de burlarse puede ir encaminándose a la cresta, así de simple.

Quiero que entiendan que si hago esto es sólo porque estoy desesperada por encontrar alguien que me crea... así que cualquiera que pueda corroborar lo que digo le imploro que me hable, mi correo está al inicio de la confesión si entendí bien, y quien no pueda ayudarme, pues que lea tranquilo, si igual debe ser entretenida, pero que se ahorre comentarios inútiles.

Esto es ridículo, lo sé, esperar que gente desconocida sea respetuosa y seria en un sitio como este, en especial con algo tan loco como lo que pasó... bueno, tampoco es como que tenga de otra; el día en que volví mis papás no entendieron nada, ni siquiera notaron que me fui y aún creen que necesito ayuda de un "especialista" por las cosas que les dije. Pff, hubiera preferido que pensaran que estaba volada. Me da lata, no saben lo frustrante que es que nadie te crea, que nadie te escuche, que incluso tú empieces a dudar de ti mismo. Cuando me ofrecieron "sutilmente" una visita al psiquiatra exploté y salí dando portazos de mi casa. Me di cuenta de que no me creerían ni me dejarían en paz a menos que les mostrara pruebas. Necesito algo más... y eso es lo que busco acá. Aún pienso que no es la mejor idea, pero hay que agotar opciones. No voy a mentir, igual me complica contarles esto, estoy casi segura de que tendrán la misma reacción que la de mi familia y la de mis amigos, al menos los que me tomen en serio. En todo caso, no los culparía, habría que tener una mente muy abierta para creerme. Aunque, quien sabe, hay cada clase de gente en internet. Ok, aclarado la seriedad de esto, partamos.

Para comenzar, debo admitir que esto sucedió debido a la simple idiotez y rebeldía mediocre que se nos atribuye a los jóvenes. Es más que nada un estereotipo, por cierto, no somos tan malos, sólo algunos son impulsivos y brutos, no es como para etiquetarnos a todos, ¿saben?. Vale, me estoy defendiendo de antemano, ¡pero es que no fue mi culpa y quiero que les quede claro! Ok, sí es verdad que estaba prohibido pasar, eso es un grado de responsabilidad que puedo aceptar.

Uno de los payasos de la clase, Pablo, se le había ocurrido ir a explorar la casa del terreno abandonado en la esquina a cinco cuadras de mi colegio para celebrar el fin de las clases. El sitio es precioso al atardecer y luce como una buena atracción turística cuando le agregas un montón de gente querida que va a celebrar el inicio de las vacaciones de verano. Íbamos recién saliendo del colegio, aún con uniforme, muertos de calor y ansiosos por llegar luego. Ahora sé que debería haber oído a mi instinto, iba con los pelos de punta por la mala espina que me da el lugar, y no era para menos, hay unas historias sobre esa casa que no te dejan dormir tranquilo.

Si no mal recuerdo estábamos los de siempre: Manu, uno de mis mejores amigos, bajo, moreno, medio gordito y con una risa muy rara; ¿han escuchado reír a Goofy? bueno, la de él es igual, pero más contagiosa. También estaba Emilio, el hermano de Manu, que anda con mi amiga Jime desde hace más de un año; Facu, un fanático animalista con un amor único por los animales, en especial por los gatos; Almendra, mi mejor amiga desde Kinder; y más gente que iré nombrando si es necesario.

Llegamos allá como a las cinco de la tarde y se veía hermoso, lo juro, pero eso no le quitaba lo aterrador, considerando que el tiempo, las leyendas, la falta de compradores y la maleza habían convertido a la casa en un castillo embrujado. Cuando llegamos hasta el borde del terreno, rodeado por enrejado con alambre de púas, Pablo tomó el mando del grupo y nos guió alrededor hasta un área agujereada por donde, con algo de esfuerzo, podíamos pasar.

Detrás de esa PuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora