Capítulo 1

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Escocia, 1763

Madeleine ajusta mi corsé sin ninguna complicación, dejo escapar el aire que estaba conteniendo con un resoplido poco femenino que hace reír a mi hermana.

-Deberían prohibir estas cosas. Me quejo abanicándome con la tapa de una caja de zapatos.

-Te queda perfecto, además así no le será tan fácil a James deshacerse de él esta noche. Me susurra con una risita burlona

-¡Madeleine!

-Era broma

Ruedo los ojos y me abanico aún más para alejar el rubor que sospecho ha cubierto por completo mis mejillas.

-¿Estás nerviosa?

-Por supuesto que no, estoy muy emocionada, hoy es el día de mi boda ¿puedes creerlo?

-Estoy muy feliz por ti, el matrimonio es maravilloso y más aún si es con tu verdadero amor.

Sus palabras me hacen sonreír, Madeleine se casó el año pasado con un hombre mayor que ella, sin embargo nadie puede negar que están realmente enamorados, basta solo ver como se sonríen todo el tiempo y como les brillan los ojos cuando están juntos para comprobarlo.

-¿Amas a James?

-Tu pregunta me desconcierta, hermana, sabes que he estado enamorada de él desde que teníamos cinco años.

Aún recuerdo como conocí a James, fue en el invierno de 1744, sus padres eran viejos amigos de los míos y en cuánto volvieron a pisar Escocia fueron a nuestra casa para un reencuentro.

Recuerdo perfectamente que ese día la nieve cubría gran parte del jardín por lo que mi madre nos había prohibido a Madeleine y a mi salir a jugar. Así que nos sentamos en la biblioteca esperando que papá fuera a leernos un cuento pero como nuestro padre no aparecía decidimos ir en su busca, camino a su despacho tropezamos con un niño de ojos verdes que, con el rostro enrojecido por la vergüenza, nos preguntó por el baño para a continuación correr en la dirección que le habíamos señalado…

-¡Olivia! Te has perdido en tus pensamientos.

-Perdóname, como te decía, no entiendo porque preguntas algo que está bastante claro, amo a James, él es el hombre perfecto, mi primer y único amor. No puedo evitar soltar un suspiro al pensar en él

-Eso me deja muy tranquila, no quisiera que termines como la tía Imogene.

La pobre tía Imogene se casó por obligación con un hombre que resulto ser un estafador y un usurero que además de todo ya había dejado atrás a dos hijos bastardos. Su matrimonio duró poco más de cinco años, mismos que bastaron para sumirla en una depresión que terminó llevándola a la demencia.

Ha vivido con nosotros desde que quedó viuda hace ya veinte años y todavía por las noches se pasea por la casa buscando a su difunto marido para echarle en cara que no lo ama.

-No digas esas cosas ni de broma. Ruego de pronto algo trastornada

-Olivia, el carruaje espera, date prisa. Dice mi madre desde el otro lado de la puerta.

Me miro al espejo por ultima vez y me siento muy segura de mi misma

-Estás preciosa, serás la envidia de todo el pueblo.

Abrazo a mi hermana como agradecimiento y con el ramo en mis manos salimos al jardín.

A pesar de estar en primavera siento tanto calor que creo podría desmayarme en cualquier momento, mi madre, mi hermana, mi padre y yo estamos en el mismo carruaje, ellos tres son justo lo que necesito en estos momentos, mi padre ha estado un poco más callado de lo habitual desde esta mañana, Madeleine dice que es porque su niña pequeña dejara de ser eso mismo en cuanto dé el "sí" en la ceremonia y no puedo negar que eso me llena de ternura.

Creí enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora