Capítulo 12

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Una noche estaba en un baile con James, de hecho, era nuestro primer baile juntos.
Recuerdo sentirme muy nerviosa, me la había pasado toda la tarde probándome vestidos distintos y ninguno cumplía con mis expectativas.
Las recomendaciones de Madeleine no podían ser de menor ayuda, mi hermana insistía en que me probara uno de los vestidos de mi madre, pero los colores oscuros de esos no me favorecían en lo absoluto, me hacían parecer una bruja.
Finalmente me puse uno amarillo, demasiado llamativo tal vez pero no importaba, el punto era que James no pudiera despegar sus ojos de mi.
A excepción del corsé todo era perfecto.
Mi objetivo se cumplió a la perfección, James no parpadeaba al verme y tuvo que carraspear un par de veces antes de poder pronunciar palabra.
Bailamos un par de canciones y todo iba perfecto, nuestras miradas se cruzaban cada pocos segundos y una sonrisa tonta no abandonaba nuestros rostros.
Salimos a tomar un poco de aire, yo no tenia ni idea de que decir, James y yo éramos amigos desde hacia años pero ahora que éramos más que eso todo se sentía diferente, era bueno pero los nervios estaban siempre presentes.
Caminamos sin rumbo y sin palabras, pasamos por un callejón y de súbito me besó, la pared se clavaba en mi espalda pero no importaba, besarnos así, en un callejón vacío y de noche parecía algo incorrecto pero definitivamente se sentía bien, era emocionante.
Después del beso más largo que había compartido con James el se separó lentamente y pegué un grito, James no era James, era un hombre mucho más alto que yo, gordo y que apestaba a alcohol.
Cerré los ojos un segundo y al volverlos a abrir ese hombre había desaparecido y James estaba de nuevo frente mio. Su rostro mostraba sorpresa e incomprensión, creyó que a mi no me había gustado que me besara de aquella manera y juró no volverlo a hacer, le pedí perdón y le aseguré que el beso me había gustado pero solo me había sorprendido un poco, no me habría creído de no ser porque con una valentía que en realidad no tenía lo besé, de la misma manera intensa en que él lo había hecho minutos antes. Al separarnos James me dijo que me amaba, me lo dijo de verdad por primera vez y mi pecho se llenó con el mismo sentimiento.

—¿Cómo me encontró la segunda vez?
—Fue exactamente 25 años después de mi intento fallido de morir ahogado.
—¿Fue en Francia?
—No, fue en Londres.
—En Londres, ¿y cómo llegó usted a Londres?
—Veras, Olivia. No podía morir, no envejecía, era imposible que permaneciera en Francia para siempre, alguien se daría cuenta y seguramente me hubiesen condenado por brujería, me he mantenido en movimiento toda mi vida, llevaba unos años en Londres cuando una noche vi a una mujer, era joven, tendría 22 o 23 años, su cabello era negro, y sus ojos eran del mismo color que la noche. No sé porque pero me acerqué a ella.
«Casi me desmayo cuando vi la cicatriz, era la misma que le habían hecho a Elise, era la misma que tenia yo. A esas alturas de mi vida creía en cualquier cosa, yo mismo era una prueba de las maldiciones, de la magia misma. Pero cuando la llamé por el nombre de Elise, negó ser esa mujer y me desconoció.
Pero no pensaba darme por vencido, su voz, su voz era la misma que yo recordaba y mi corazón se había vuelto loco con su presencia, ella era Elise, de alguna manera los cielos nos estaban dando otra oportunidad.
Me ofrecí a acompañarla a su hogar, una mujer no debía andar de noche sola por las calles pero nuevamente ella se negó, pues si su marido la veía acompañada de otro hombre la mataría...
—De modo que era casada.
—Si, pero noté en su mirada cuando hablaba de él que no le amaba, todo lo contrario, le temía.
—Dejeme adivinar, y usted la salvó de un matrimonio tormentoso y de la noche a la mañana ella se enamoró de usted y recordó su vida pasada. Sinceramente, señor LeFluer no sé que creer y que no.
—Dijiste que escucharías, tienes que saber toda la verdad.

Lo observo entrecerrando los ojos, se ve sincero, dice las cosas con completa seguridad y cada vez que habla es como si se perdiera en sus recuerdos.

Le creo sobre Elise, lo que me cuesta creer es que ella fuera yo en otra vida y que él no pudiera morir en ese entonces.
La inmortalidad es imposible. La magia no existe.

—Pero aquí en Escocia si que creen en las maldiciones.
—De nuevo lee mi mente.
—No, de nuevo hablas en voz alta sin darte cuenta.
—Se esta haciendo tarde, señor LeFleur y mi marido me espera.
—Esas mismas palabras son las que me dijiste cuando eras Katherina
—¿Quién es Katherina?
—Esa mujer que vi en el callejón, tu hace una vida.
—Bien, pero esta vez es verdad, porque esto es real. Cuenteme sobre ella y qué sucedió entre ustedes.
—Entre nosotros, Olivia
—Si así le parece más romántico.

No pretendo ser insolente pero es que me niego a creerle, algo se esta removiendo en mi interior con cada minuto que paso a su lado y no me gusta esa sensación.

—Bien.
«Te deje ir pero no para siempre, al amanecer me dedique a buscarte entre la gente y ahí estabas tu, de la mano de un hombre, era mucho mayor que tu y más grande también.
Te llevaba aferrada fuertemente de un brazo, al parecer era alguien importante en la comunidad pues vestía muy elegantemente y tu estabas ataviada con muchas joyas.
Daban la impresión de ir camino a una celebración muy importante.
Me las arreglé para conseguir un traje decente con el poco dinero que tenía y entré a la fiesta, era en una zona abierta por lo que no había paredes que cruzar.
Intenté mantenerme alejado para no llamar mucho la atención. Para mi mala suerte tropecé y derramé una copa de vino en los zapatos de tu marido. Su rostro rápidamente enrojeció de furia pero se supo contener.
Le pedí disculpas pero mis ojos estában concentrados en ti, él pareció no darse cuenta pero tu me recordaste de la noche anterior, noté tu nerviosismo y entendí que no debía decir ni una palabra sobre haberte visto antes.

Tu marido se presentó como un importante señor y dueño de muchas tierras, yo mentí diciendo que acababa de llegar de Francia y que me interesaba conocer sus propiedades pues planeaba asentarme en Londres.
Rápidamente cambió su actitud y alagó mi ropa, supe al instante que no era más que un truco para agradarme y así hacer mas rápida una venta.
Le seguí la corriente, en medio de pláticas de negocios me dirigí directamente a ti
—¿Es usted feliz en estas tierras? Pregunte consciente del apretón que tu marido dio a tu mano, era una señal para que no lo arruinaras.
—Por supuesto. Te limitaste a decir sin levantar la mirada
Unos minutos después tu marido y yo acordamos reunirnos al día siguiente para que yo conociera sus tierras.
Alguien le llamó y se fue dejándote atrás. Pensé que lo seguirías al instante pero no fue así. Te volviste hacia mi y dijiste con voz desesperada.
—No se quede aquí, no es seguro. Y sin más corrsite tras tu marido. »

—¿Porqué se detiene? ¿Qué pasó después? Debo suponer que hizo caso omiso a mi sugerencia.
—Ah, aceptas que Katherina eras tu.
—No, era solo una manera de hablar

Por un instante me creí por completo sus historias pero no, no es posible.
Tengo que irme, ya no puedo seguir escuchándole, es todo una mentira demasiado bien contada y yo me la estoy tragando.

¿Qué clase de macabro juego se traen entre manos mi mente y mi corazón?
Es todo totalmente absurdo, un cuento  y nada más.

Creí enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora