EPÍLOGO

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18 de Agosto del 2020 París

Despierto una vez más, la luz del sol proveniente del gran ventanal de mi recámara me ciega por un momento, cuando mis ojos se acostumbran al resplandor suspiro cansado.

No puedo más, día tras día es lo mismo, la misma sensación  me ha perseguido por años, por décadas, por siglos.
Estoy comenzando a perder la esperanza de encontrarla de nuevo.

Talvez sus deseos se volvieron realidad y no nos volveremos a encontrar, quizá la vida por fin le ha dado el descanso eterno que siempre deseó.

Me repito lo mismo desde hace tanto que ya no me lo creo, si yo sigo aquí a pesar de los años significa que mi maldición no ha terminado.

¿Estoy condenado a sufrir por la eternidad sin volverla a encontrar jamás?

Aún después de tanto tiempo si cierro los ojos un segundo puedo verla tan claramente como si hubiese sido ayer la última vez que nos encontramos.
A pesar de que estaba usando un vestido de novia y no para casarse conmigo, se veía completamente hermosa.
Y es que Elise ha sido hermosa en todas sus vidas.

—Elise, Katherina, Olivia, mi amor verdadero, sin importar el nombre que tengas, te voy a encontrar y esta vez seremos felices para siempre.

Me levanto de la cama y después de darme una ducha rápida me dirijo a mi oficina, de algo tenían que servirme todos estos años en la tierra, he viajado por muchísimos países y hubo un momento en el que decidí tomar todos los conocimientos posibles, así fue como logré fundar mi propia empresa si se le puede llamar empresa a un museo lleno de historiadores.

Todos a mi alrededor decían que era un tontería intentar hacer negocio con eso pero mis conocimientos y el haber estado en grandes acontecimientos que para cualquiera de mi edad son solo historia, me ayudó y vivo bien, tengo dinero y muchas propiedades.

No lo voy a negar, todo eso no tiene ningún valor sin Elise por eso confío en que ella sea quién venga a mi y me deje darle una vida llena de lujos y de la felicidad que tanto se merece.

En la puerta del museo me recibe el guardia en turno, sonrió al ver mi nombre en letras doradas frente a la puerta de mi despacho, podría parecer algo vanal y egocentrista pero la realidad es que lo pedí así para que cuando Elise venga sepa mi nombre con claridad, Bastian LeFluer.

Hoy después de mucho tiempo es el día que escogí para por fin conocer a las aspirantes a ocupar el puesto de mi secretaria, no lo había hecho antes por miedo a dejar que alguien se acerque demasiado a mi como para que descubra que en realidad son un extraño hombre inmortal.

Una secretaria significa tener a alguien que inevitablemente conocerá mis rutinas y casi todo sobre mis días pero con tanto trabajo no puedo negar que necesito ayuda.

Llamo a Mark, mi mano derecha para que comience a dejar pasar a las aspirantes.

Preparo mi mejor expresión y comienzo con las entrevistas, todo va bien pero ninguna logra convencerme, todas parecen muy bien capacitadas pero desgraciadamente no tienen ni idea de nada sobre historia.

Estoy pensado seriamente en rendirme cuando una mujer de unos 25 años, de cabello castaño con ciertas luces rubias entre mechones entra a mi oficina, parece muy segura de si misma, se sienta frente a mi con una gran sonrisa y mirándome directamente a los ojos.

—Buenos días, ¿le parece si comenzamos con la entrevista?

—Por supuesto, señor LeFluer, pregunte lo que quiera.

—Preguntas de rutina, estoy seguro que ya la ha contestado en el filtro previo pero comprenderá que necesito asegurar ciertos puntos.

—Estoy perfectamente consciente de que esto es un trabajo serio y descuide, responderé a todo lo que usted guste.

Me sorprende la manera en que la señorita frente a mi se comunica, habla de manera tranquila y elegante.

—Primero que nada, señorita Hiddelston ¿es usted británica?

—Efectivamente, mi acento me delata, lo sé.

Y me sonríe nuevamente muy segura de si misma.

—No veo aquí su nombre y eso me confunde un poco ¿porque solo puso su apellido en la solicitud del puesto?

Esto parece descolocarla por un momento, guardo silencio pensando que tal vez la he incomodado con mi pregunta pero después de un leve carraspeo mi me mira directo a los ojos aunque su sonrisa ha desaparecido.

—Mi nombre es Elise.

La seriedad con que lo dice me deja sin palabras ¿será ella? ¿Es posible?

El silencio reina en la habitación, mi mente vaga de un lado a otro mientras que mis ojos escanean a la mujer frente a mi para ver si logró reconocer algo en ella.

Ella, al darse cuenta de mis acciones, acerca con cierta cautela una de sus manos y toma la mía que está sobre algunos papeles sobre mi escritorio, su acción me sorprende pero no me aparto, la observo sin comprender y vuelve a sonreir antes de hablar y dejarme a mi sin palabras.

—La última vez que nos vimos arruinaste mi boda pero ¿sabes una cosa? Fue lo mejor que pudo pasarme porque gracias a eso está vez lo recuerdo, recuerdo todo y no sabes lo mucho que te he buscado, amor mío.

Creí enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora